Por Manuel Vólquez
De forma paulatina, al parecer, los dominicanos hemos perdido el amor, el furor y el apasionamiento que en décadas anteriores profesábamos por nuestros símbolos patrios, que con tanto orgullo exaltábamos.
Para muchos malos conciudadanos, especialmente algunos militares de diferentes rangos y civiles “atrapapesos” involucrados en el tráfico fronterizo de inmigrantes ilegales, nuestra nacionalidad y la soberanía ya no representan un estandarte, un bastión, que debe ser defendida en cualquier escenario universal. Son traidores a la Patria que merecen ser fusilados a manera de escarmiento.
Incluso, nuestra soberanía ya no es asumida con gallardía ni es defendida cuando organismos y poderes fácticos internos y foráneos nos viven desacreditando y criticando de manera alegre, sin fundamentos jurídicos sustentables, cuando aplicamos con rigurosidad las normativas migratorias.
Los poderes fácticos son sectores de la sociedad, al margen de las instituciones políticas, que empoderan sobre aquella una gran influencia, basada en su capacidad de presión. Nos pretenden obligar a que aceptemos en nuestro territorio a inmigrantes indocumentados o refugiados.
Con motivo de la celebración del Mes de la Patria, he visto pocas banderas colocadas en el frente de nuestros hogares. Tampoco lo hacemos los días festivos, como el 27 de febrero, 16 de agosto o en aquellas fechas históricas agendadas en el calendario.
¿Si en años anteriores cumplíamos con ese deber patriótico por qué no hacerlo ahora? ¿Qué está sucediendo?
Este comentario surge porque he observado, los últimos años, cómo hemos ignorado e irrespetado los símbolos patrios.
Pondré un ejemplo. En el residencial donde resido, en el municipio Santo Domingo Este, hay unas 70 viviendas y sólo 8 (incluyendo la mía) exhiben la insignia tricolor en todo el Mes de la Patria. Es decir, a penas el 11% de los comunitarios se animó a colocar la bandera. Creo lo mismo acontece en las demás provincias.
Lo preocupante es que ese residencial está habitado por algunos militares y policías, activos y en retiro, además de maestros jubilados, que se supone que están instruidos sobre la importancia y el deber de poner nuestra Bandera en el hogar, pues es el más sublime símbolo de la libertad y la soberanía nacional.
Me bastó un ligero recorrido por algunos barrios de ese municipio para comprobar que, salvo las instituciones públicas y las escuelas, la bandera estaba ausente en las demás viviendas.
¡Carajo!, ¿que nos está pasando? ¿Por qué nos estamos comportando de esa manera?
La bandera, el escudo y el himno nacional son los símbolos patrios de la República Dominicana. Sin embargo, ya los ciudadanos no hacen paradas cuando están izando la bandera o entonando el himno nacional.
El liderazgo político y social, los comunicadores de programas interactivos, las iglesias, que generan opinión pública a granel, deben estar alerta ante esa situación porque cuando perdemos conciencia respecto al significado de la nacionalidad o la soberanía, abrimos una brecha a las injerencias extranjeras lo que sería una traición a la lucha que libraron nuestros héroes trinitarios y restauradores para lograr la independencia de la República Dominicana tras el drástico dominio de 22 años del ejército de Haití en el territorio nacional.
Por igual, el sistema educativo debe continuar orientando a nuestros estudiantes sobre la sagrada misión de defender los símbolos patrios. Son cosas que juntos debemos corregir con urgencia involucrando a padres o tutores de familias.
Es evidente que estamos viviendo en una sociedad en avanzado estado de descomposición, con pérdidas de valores, lo que es un mal referente para las generaciones de ahora y las futuras. Todavía estamos a tiempo de corregir las cosas malas y recuperar el respeto a nuestros símbolos patrios
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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