A Pleno Sol
El derecho a la vida es sacrosanto e inviolable. El tema del aborto pone en peligro la existencia de la vida en sus primeras manifestaciones.
No importan los causales, es inaceptable cualquier violación al desarrollo de la existencia humana.
El aborto por años fue un tema de aposento. Se interrumpía el embarazo en la complicidad y silencio familiar.
Muchas clínicas vendían a la libre las acciones para tronchar los nacimientos. Nunca se les persiguió a pesar de que todo el mundo sabía de sus trabajos.
Desde hace años hay una corriente internacional de favorecer el aborto para tronchar el embarazo.
Esos vientos han llegado a la República Dominicana impulsados por las feministas y corrientes de la llamada sociedad civil.
Caen en la prepotencia al tratar de explicar sus argumentos. Pueden ser válidos o no. Pero ninguna justificación filosófica, humanista o de nuevas corrientes puede estar por encima de la vida.
Nos oponemos, si el aborto es cercenar la vida humana en sus primeras manifestaciones.
En la otra cara de la moneda se encuentran los religiosos, que en ocasiones pecan de tremendistas, oponiéndose hasta al control de la natalidad. Tienen que ir a una discusión franca y sincera sobre los abortos, sin prejuicios ni temores.
El aborto tiene que ser consensuado entre todos los sectores nacionales. Hay que refundir los criterios y buscar las mejores salidas.
En todos los sectores se peca de prepotentes y altaneros, cuando se trata el tema. Se olvida que lo más importante es la vida, aunque sea en etapa embrionaria.
El tema central es bajo qué condiciones se puede hacer factible un aborto.
Nunca debe ser el capricho unilateral de una mujer o de su familia, sino que tiene que ser decidido por una junta médica, sobre parámetros que en su momento habrá que fijar.
El control de la natalidad entre las adolescentes y adultas puede evitar embarazos indeseados, así como edificar sobre los peligros del sexo entre adolescentes.
Con el desenfreno de la vida social, es casi imposible poder controlar estos excesos.
Hay que instruir a la familia sobre la importancia de que las adolescentes no salgan embarazadas, de evitar la creciente promiscuidad social y de ampliar los rasgos de responsabilidad cívica.
La salida no puede ser sencillamente el aborto, este debe ser el último paso cuando lo recomiende una junta médica.
El aborto no es un problema individual, sino una decisión social y colectiva. Concertación y dialogo es necesario. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
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