Reflexiones en Transición #3
El Presidente Electo Luis Abinader tiene una muy difícil tarea por delante, sobre todo para él y su equipo –que no tienen experiencia en la administración de la cosa pública-, pero no lo duden, ¡tiene el interés de hacerlo y al parecer hacerlo bien!
No es fácil cuando a una persona sin experiencia le toca conducir una nación, menos en esta ocasión, en que desde el primer día el nuevo gobierno entra en medio de una crisis sanitaria y económica, sin precedentes, en la que cualquier desliz se puede convertir en crisis social.
De verdad que es admirable la disposición del ungido por la voluntad popular a dirigir los destinos del país por los próximos cuatro años, teniendo el conocimiento, como de seguro lo tiene, de la situación del país que recibirá el 16 de agosto de parte de la dirección peledeista.
Se necesitará mucha paciencia e inteligencia emocional para, con audacia, salir bien librado de la ocasión considerando que, indudablemente, será objeto de presión de su partido y de sus aliados, en busca de los espacios de participación gubernamental que legítimamente se han ganado; mientras la sociedad civil le exige el cumplimiento casi inmediato de promesas de campaña, sin tomar en cuenta la delicadísima situación en la que recibe la administración gubernamental.
Sé que Luis se ha estado preparando para ser Presidente. Inteligente, agudo, bien formado e informado, lector voraz y, sobre todo, con un buen equipo de asesores. Se siente seguro de que podrá lidiar con esta crisis y confiado de que nos podrá sacar de la misma lo más rápidamente posible.
Tiene el deseo y, de acuerdo a las designaciones que ha ido anunciando, también la voluntad de realizarlo, pero necesitará de la comprensión de su partido, de los de oposición y de la población, que mayoritariamente votó por él.
Desde cada trinchera cada uno de los actores del sistema debemos respaldar al Presidente, que lo es de todos, para que gane esta lucha contra el enemigo invisible, que enferma nuestro pueblo, que cobra tantas vidas –principalmente de ancianos y personas con pre condiciones de salud– y que además quiebra las finanzas públicas y privadas.
Claro está, en este padecimiento no estamos solos porque este problema es a escala planetaria. Aquí cabría el dicho de que «mal de muchos, consuelo de tontos». En nuestro caso particular como nación, más elementos y circunstancias nos resultan desfavorables que a otras, lo que hace más intrincada nuestra realidad frente a otras naciones, veamos:
Somos una isla que ocupa las dos terceras partes de este territorio insular, pero llevamos a cuestas a una parte importante de la población de nuestro vecino. Tenemos una fuerte dependencia externa. Somos una sociedad con una economía de servicios, en la que nuestros principales ingresos son por turismo, hoy paralizado aproximadamente en un 90%; también las remesas de la diáspora, que se ha reducido en cerca de un 25%. Sólo los ingresos por el sector minería se han mantenido, esto para darnos solo una idea de nuestra explosiva situación económica.
Frente a esas realidades, solo en mayo se ejecutaron gastos por más de 20 mil millones de pesos por encima de lo recaudado. Ni tenemos ni idea, ante esos niveles de inversión, cuánto durarán nuestras reservas, con la agravante de que no será fácil buscar la cantidad necesaria de recursos frescos en el exterior, sobre todo en los organismos multilaterales, porque tienen que apoyar de manera casi simultánea las solicitudes de respaldo de casi todas las naciones del tercer mundo, sobre todo las que no tienen capacidad financiera propia para solventar con recursos internos las graves secuelas de esta pandemia.
El gobierno del Presidente Abinader no tendrá opción alguna: tendrá que salir a buscar prestados los recursos económicos faltantes para mantener la estabilidad macroeconómica de la nación. Hay que entenderlo y los críticos de oficio deberán admitir que no lo hará porque quiere, sino obligado por las difíciles circunstancias.
El nuevo mandatario no podrá cumplir varias promesas de campaña y también tendrán que comprenderlo. ¿De dónde podrá el Presidente duplicar los aportes que le hace el Estado a quienes reciben ayudas fijas asistenciales? De igual manera, resulta impensable aumentar a 500 dólares o su equivalente en pesos el salario a los miembros de las fuerzas del orden.
Lo cierto es que manejará una economía en crisis pero deberá incurrir en gastos extraordinarios, así como tomar decisiones difíciles para garantizar austeridad y control de los gastos corrientes del Estado, porque sepámoslo, es probable una caída tan estrepitosa de los impuestos que el gobierno ni siquiera reúna lo necesario para pagar los sueldos a los empleados públicos, así de grave es la situación económica que recibirá el Presidente electo.
Pero el dolor de cabeza mayor que tendrá el nuevo gobierno es cómo financiar los programas asistenciales actuales (Solidaridad, Quédate en Casa y Pa’ ti, que son programas de apoyo a trabajadores informales y amas de casa, básicamente) y los del programa Fase (Fondo de Asistencia Solidaria al Empleado).
Son esfuerzos actualmente incosteables para las magras finanzas públicas, pero impensable hoy retirarlos, porque esas son ayudas muy básicas a los sectores más vulnerables económicamente de nuestra población. No le queda de otra a la nueva administración que mantenerlos, buscar los recursos donde sea, por el tiempo en que tan duramente nos siga afectando el COVID 19, evitando con ello graves problemas sociales, ya que el país se encuentra hoy en modo sobrevivencia y el gobierno está en la obligación de auxiliar a los ciudadanos de menores ingresos.
Esta crisis abre las compuertas a una re-orientación del gasto público, reestructurando el Estado, unificando instituciones que realizan iguales funciones, dando prioridad a las que cumplen un papel necesario y disminuyendo ese elefantiásico gasto público en locales, servicios, dietas, vehículos, combustibles, etcétera de instituciones que hoy no cumplen labor necesaria alguna, tal es el caso que conozco de la Lotería Nacional, que hoy solo realiza los sorteos porque les quitaron sus funciones como el cobro y la fiscalización de las bancas, lo que nunca debieron de hacer porque con esto afectaron esa institución y a todo el sector de juegos del país.
Es imposible pedirle a un gobierno que recién se estrenará en agosto que cierre instituciones y nóminas, ni pensarlo: es que se reorienten las mismas hacia áreas más necesarias o productivas, porque mientras a unas les falta personal para cubrir su labor a otras les sobra.
Sé de impuestos y arbitrios que el Estado no cobra porque no tiene el personal necesario para eso. Bien haría la nueva administración en tomar la iniciativa, optimizando recursos logísticos y humanos tan necesarios en estos momentos para salir lo mejor posible de las graves secuelas que nos dejará el coronavirus.
Claro está, ningún gobierno le puede dejar decisiones tan estratégicas y vitales a técnicos que sólo ven estadísticas y números fríos. La decisión recae en los políticos porque el gobierno no puede perder apoyo de manera inmediata, ojo al Cristo con eso, porque al parecer buenas decisiones técnicas pudiesen hundir políticamente y en popularidad el gobierno y eso si es peligroso.
Solo tienen que retrotraerse a lo sucedido en el segundo periodo del querido y bien recordado ex Presidente de Venezuela Don Carlos Andrés Pérez, cuando tomo medidas correctivas para mejorar la economía y produjo un estallido social a semanas de llegar a Miraflores, recordado como «el caracazo», por lo cual no es a los «técnicos secos», como se le conocía en el viejo perredé, sino es a los políticos a quienes les toca tomar decisiones para que las cosas salgan bien y el remedio no sea peor que la enfermedad.
Tal y como expuse más arriba, cada quien en su trinchera tiene que ayudar al Presidente Abinader a ganar esta guerra sin cobrar por ello, ni poner condiciones previas, ya que a la patria necesita sus hijos y a la patria no se le ponen condiciones.
Esta guerra contra la pandemia no está permitido perderla, tenemos que ganarla, porque el enemigo está en todos los lados y es invisible, a cualquiera de nosotros nos puede tomar desprevenido, en cualquier ocasión, haciéndonos perder la vida o la de nuestros seres queridos. Desde el FOPPPREDOM o desde el BIS, el partido en que milito, el Presidente tiene nuestro apoyo decidido para la causa patriótica que nos demanda el momento, para lo que nos necesite, hasta que salgamos de la grave crisis que tiene postrado al mundo e igualmente a esta nación.
No necesito designación alguna, ni nombramiento ni pago. De todas formas, ya con el voto popular nuestra alianza nos reeligió como diputado al Parlamento Centroamericano, ocasión que aprovecho para darle las gracias a los electores que marcaron a favor de la FP, PQDC, PUN, FNP y BIS, reiterándoles que no les quedaremos mal, no frustraremos la confianza puesta en nosotros.
Reitero que estamos dispuestos en colaborar y por ello le solicito a todos los partidos del sistema, apoyar al gobierno entrante en la tarea ciclópea de rebasar esta acogotante crisis y las dificultades que se avecinan.
No quiero que ni siquiera le pase por la mente a ningún meritorio dirigente perremeista que algunas de nuestras fuerzas políticas desea arrebatarle los espacios que en buena lid se han ganado, después de una larga espera de 16 años. No son horas de recriminaciones ni de poner intereses partidarios por encima de los de la nación.
Ya las elecciones pasaron, lo natural y obligatorio es que los que estamos en la oposición de manera propositiva ayudemos al presidente Luis Abinader a sacarnos de la situación calamitosa en la que nos encontramos, en todos los órdenes, Me quedo a la orden, como debemos hacerlo todos los que amamos esta tierra que nos vio nacer, poniéndonos a disposición del nuevo Comandante en Jefe.
Rememorando las palabras del extinto General Omar Torrijos, «en ningún momento caigan en el error de pensar que alguna de sus tareas son de poca importancia. Un modesto granito de arena, un solo milímetro en la correcta dirección histórica, es un avance mil veces mayor que un metro en la dirección opuesta a nuestro proceso y un millón de veces más significativo que un kilómetro recorrido en contra del objetivo final al que apuntamos».
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