Después de agotar una justificada ausencia en el escenario de los periódicos virtuales, por motivos de salud, retorno con el compromiso de entregar cada semana mis artículos sobre el acontecer nacional e internacional.
Pasé más de un mes sometiéndome a varios estudios previos a una cirugía en los ojos con rayo láser para corregir lo que los médicos oftalmólogos denominan “Catarata senil nuclear”.
En efecto, padecía catarata en los dos ojos, más en el izquierdo que el derecho. Me aplicaron la facoemulsificación, una técnica de cirugía de cataratas más común que se realiza y se utiliza para restaurar la visión en pacientes cuya visión se ha vuelto nublada debido a una opacidad del cristalino del ojo.
Justamente, ese era mi caso. Veía borroso en ambos ojos. El derecho estaba en mejores condiciones, pero fue intervenido primero en razón de que era más salvable. Fue la explicación de los médicos que me hicieron los estudios preliminares. La primera intervención fue el 15 de enero pasado.
Antes de entrar al quirófano, me tomaron la presión corporal y me echaron gotas en el ojo derecho. Luego me colocaron un suero que bajaba gotas muy lentas.
-“El paciente ya está preparado”, escuché decir por teléfono a una enfermera.
-“Llévelo al quirófano, iré de inmediato”, respondió alguien a distancia. Era la voz de mi doctora Doriam Jiménez Ferreira, una amable joven cirujana.
Ya en el quirófano, me echaron otra gota en el ojo (era la anestesia local). Durante el proceso, me implantaron un lente modelo MX60 +19. No sentí ningún dolor.
-“Estamos listos”, dijo la doctora, minutos después. Igual ocurrió con el ojo izquierdo.
Tras concluir la operación, que duró unos 25 minutos, me vendaron el ojo y me retornaron a la sala de recuperación. Ahí permanecí acostado unos 45 minutos, aún con el suero puesto.
Después de pagar la diferencia del costoso presupuesto que involucró la cirugía, salí de la sala en una silla de rueda y el ojo vendado. Mi seguro, Senasa, cubrió el 90%.
Por tratarse de un procedimiento ambulatorio, es decir, no me dejaron interno, la galena Jiménez Ferreira me explicó el protocolo que debía seguir al llegar a mi hogar: quitarme la venda y echarme cuatro tipos de gotas en los ojos, cada 24, 6, 8, 12 y 4 horas por varios días, hasta agotar la existencia. Las gotas vienen incluidas en un botiquín, además de unas gafas para la protección del sol.
Además, recomendó no agacharse, no levantar cosas pesadas, descansar y lavarse la cara con agua hervida de botellones mientras dure el proceso pos quirúrgico. Esa recomendación la adopté rigurosamente.
Mi de alta médica fue el 13 de febrero de 2025. Ese día fui sometido a una última prueba de lectura de letras de diferentes tamaño colocadas en una pared, como las que se usan cuando uno se examina de la licencia de conducir. Pasé la prueba. Mi doctora dijo que tenía una excelente visión.
Debo confesar que la cirugía fue exitosa. Ahora tengo una visión más nítida, las cosas las veo con más claridad y puedo leer letras que antes eran difíciles de captar. Naturalmente, por recomendación médica, debo extremar medidas para proteger mis ojos, como usar los espejuelos recetados cuando manipule un celular o trabajar en la PC.
Otro consejo: usar siempre la luz natural para leer de día y evitar la artificial (bombillas, lámparas, etc); regular el brillo de la pantalla del teléfono y la computadora; hacer un descanso de 10 minutos, cada media hora; cuando esté leyendo, poner los ojos a mirar a lo lejos para que descansen. !Viva la ciencia!.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).