Es difícil, para esta vocación humana con todas sus implicaciones y limitaciones, el tratar de «elucidar» las creencias que «ha encontrado», al llegar a la vida.
La mayoría de las veces estamos influenciados por el entorno o lugar de nacimiento y de ahí, «el tipo» de creencia que abrigaremos.
Ya sea en una ciudad moderna, mediana o antigua. Ya sea en el polo norte, sur o cualquier aldea africana o suramericana. Usted hará lo que los otros estén haciendo. De lo contrario corre el riesgo de ser expulsado, vilipendiado, o comido, en el peor de los casos.
Otras «sociedades» han asumido un discurso más tolerante y se le permite, a la gente, creer o no creer, es decir, no les importa un carajo en lo que usted crea, siempre y cuando sea «un buen» ciudadano.
La pregunta que debemos todos de hacernos, de forma seria y consciente, es: ¿Tenemos que creer «en algo»? Lo que nos llevaría a otras preguntas. ¿Es necesario, preferible, tiene sentido?
Las cosas «raras» que nos han sucedido, los hechos inexplicables, «los milagros» y demás acontecimientos «fuera de este mundo» contienen unas causas que nos motivan a intentar «descubrir». ¿Qué vaina está pasando?
Ya conocemos, por medio de nuestros antepasados y pasados del pasado primigenio, que todo fue obra y «gracia» de «Dios». Un «testimonio» que nos llegó «de boca en boca» y que nos dice «cómo fue el principio» de toda esta vaina.
Luego uno, se pone a cuestionar todas estas historias de antaño, y recibe como respuesta «papiros» rescatados en cuevas y otros orígenes «raros».
Los originales no existen, ya que conservar a lo largo de 20 siglos pandemias, holocaustos, hambrunas, terremotos, tsunamis, huracanes, guerras y demás «maldiciones» que nos han tocado, es lógico que se hallan «consumidos» en el tiempo.
Pero «estas historias» se fueron transmitiendo de escriba en escriba y han llegado «intactas». Solo unos 15 pedazos encontrados en una cueva en Israel, se dan «por buenos» y originarios del siglo III antes de Cristo…
Del nuevo testamento, se han clasificado tres grupos de papiros encontrados en Egipto. Los llamados Oxirrinco, rescatados de «un basurero» en 1897. Los Bodmer, en 1957 y los llamados Chéster, 1931.
Todos estos manuscritos tienen un origen «borroso», ya que fueron objetos de traficantes que los fueron vendiendo a europeos y americanos… Algunos están en Michigan, otros de Suiza fueron al Vaticano y otros en la universidad «de Oxford» en Inglaterra…
Un dato curioso e interesante, es que en el mismo fajo se encontraron, «otras historias» como la Ilíada de Homero, comedias y hasta de Aristóteles, por lo que podríamos deducir, de cierta manera, que las historias y cuentos de la Biblia eran populares entre los lectores de la época.
Una especie de relatos novelescos y fantasiosos que terminaron convirtiéndose en «verdad».
El hombre, al parecer, necesita creer en algo «más allá» de su ignorancia ante «la mudez» de las respuestas por tantas preguntas que siempre se ha hecho el hombre desde sus principios.
Sigamos creyendo en cuentos chinos, ya que es mejor a nada. Ni usted, ni yo podríamos afirmar con certeza que existe o no existe lo que «nunca» ha existido, y menos si nos remontan a 2 mil y 5 mil años atrás.
Lo que sí podemos afirmar es que «algo existe», pero no está supeditado a «esas historias» sino a «cosas intangibles» que tampoco las tenemos claras. Todo un lío que no logramos alcanzar y menos vislumbrar.
Creer o no creer, no debe ser motivo de dilemas. No hay nada malo en ello, como se acusan unos a otros. Lo que sí debemos hacer es no forzar a creer en lo que cada cual cree, ya que ambos tienen lo mismo, o sea ¡nada!
Volviendo a la pregunta. ¿Tenemos que creer en algo? La respuesta es individual y de acuerdo a «sus gustos». ¡Usted crea en lo que le dé la gana si le funciona! ¡Y en lo que no, no crea! … Ahí es donde se confunde uno. Salud!. Mínimo creyero-
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).