En las horas de peligro es cuando la patria conoce el quilate de sus hijos e hijas, decía el jurista y orador romano Cicerón. Partiendo de esa premisa, podemos reafirmar entonces, que nuestros héroes y nuestras heroínas forman parte de los símbolos de la dominicanidad, a quienes debemos respetar y honrar por siempre. Por su lucha, aportes, desprendimiento y sacrificios, que les merecen ser llamados estampas patrimoniales.
La ley de leyes de nuestra nación, la Constitución, precisa con claridad meridiana que son símbolos patrios: la Bandera, el Escudo y el Himno nacional. Así como los elementos materiales e inmateriales que hemos acogido de manera popular, como emblemas de la dominicanidad, entre ellos, la Piedra nacional, el Larimar; la Caoba, Árbol nacional y flor nacional, representada en la Rosa de Bayahíbe o Pereskia quisqueyana. De igual forma, el ave nacional, la Cigua palmera.
Asimismo, el plato nacional, compuesto por arroz, habichuela y carne, denominado, además, «La Bandera»; y el béisbol, como deporte nacional. Sin embargo, si leemos bien, si la cultura material es el aspecto físico, tangible o palpable de nuestra sociedad, es decir, nuestra historia, entonces, ahí, más allá de las estatuas y monumentos, está el legado de nuestros héroes y heroínas, quienes ofrendaron sus vidas para hoy vivamos con las libertades públicas que disfrutamos.
Ellos y ellas se encuentran en los símbolos intangibles o espirituales, junto a la Bandera, el Himno y el Escudo, porque nuestros héroes y heroínas, constituyen la patria. Son ese fuerte sentimiento que nos hace defender con fulgor nuestro terruño. Están más allá de las narrativas que nos cuentan nuestros progenitores, más allá de las tradiciones. Sus ejemplos de valor, de entrega a la nación, forman parte de nuestra sangre, de nuestros credos, Por eso, sus acciones se transmiten de generación en generación, porque su valor les convirtió en inmortales.
Hablamos de los padres y las madres de la patria…, usted les conoce, son muchos y muchas, algunos casi invisibilizados, pero usted los conoce. Su legado data desde antes de la separación poblacional de los países que convergen en la isla, La Española. Antes, durante y después de la Independencia Efímera; La Trinitaria, Dramática y Filantrópica; La Restauración; revoluciones y otras injerencias territoriales, políticas e ideológicas. Por eso, debemos estar vigilantes para defender nuestros activos intangibles cuando alguien ose intentar vulnerarlos.
Recordemos, amables lectores, aquella frase sucinta del político español, Antonio Maura: «La patria no existe sin la lealtad de sus hijos». Totalmente de acuerdo. Por lo precedentemente descrito, si nuestros bienes intangibles están presentes en la Literatura, entonces, allí está Juan Pablo Duarte y Díez; está Salomé Ureña, y si son leyendas, ahí está Francisco Del Rosario Sánchez, el héroe que se inmoló por la libertad de nuestra población.
También están entre otras y otros, las Hermanas Mirabal, iconos de la lucha por la democracia que disfrutamos; la defensora del derecho a producir y poseer tierra, Florinda Soriano Muñoz (Mamá Tingó); La Coronela, Juana Saltitopa, aguerrida patriota independentista, y la doctora Andrea Evangelina Rodríguez Perozo, médica demasiada adelantada a su época, tras innumerables aportes a la sociedad, en detrimento de su persona, sucumbió ante la inquina del más abominable dictador que ha tenido la República Dominicana.
En cada caso, ellas, ellos, tiñeron la tierra con sus sangres y los verdugos de cada crimen, directo o indirecto, nunca pagaron su transgresión. ¡Caramba, eso es ser un héroe; una heroína! A ellos y ellas, ¡nuestro encomio eterno, respeto a su buen nombre, aguerrida labor y legado!
Hoy, a propósito del sonado caso de la desazón que produjo recientemente en nuestra población que a tres caninas las bautizaran con el nombre de Las Mariposas; Las Muchachas de Ojo de Agua; asesinadas durante el periodo del sátrapa de San Cristóbal. Claros crímenes de género y políticos; abrazo las recomendaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, (Unesco), citadas en la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, que entró en vigor en el año 2006, en el que además, fomenta respeto a la heredad cultural de las comunidades, grupos e individuos.
Sin dudas, hay que fortalecer la moral. UNESCO llama a las naciones a accionar urgente, con medidas que salvaguarden y aseguren la transmisión del patrimonio cultural. Eso inicia, fortaleciendo la educación, los derechos culturales, con lo que, sufriremos menos problemáticas y mantendremos resguardadas las estampas autóctonas de nuestra población.
¿De qué otra forma podrá la juventud identificar y amar la dominicanidad? ¡Es un llamado a la sensatez!, accionemos con prontitud, no permitamos que poco a poco nuestras generaciones se pierdan en el circo banal que anda de feria. Dios, la madre y la patria, merecen ser venerados. La patria es humanidad, decía el periodista y político republicano democrático, José Martí.
Yo le creo fervientemente, por eso, exhorto tener más tino; continuar coloreando huellas de patriotismo en nuestro andar, y dirigirlas a la población joven. Enaltecer más estampas de garantía de derechos, de respeto al honor de nuestros-as conciudadanos-as.
Aprovechemos que somos una tierra de gente tan bendecida, como su heterogeneidad étnica, y sigamos emulando con ese beneplácito, el ejemplo de quienes hicieron grande la nación!. La antorcha está en manos del relevo, pero necesitamos que éste tenga piernas fuertes, pies veloces, que corra rápido y llegue lejos.
Hasta la próxima.
santosemili@gmail.com
La autora es educadora, periodista, abogada y locutora, residente en Santo Domingo, (República Dominicana.
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