Tu cuerpo permanece inmóvil, ya no existes. Ni siquiera un dedo puedes mover. Tus ojos permanecen abiertos y fijos hacia una distancia inalcanzable.
Aquellos que se posen ante ellos ya no están. No podrás verlos ni ellos a ti porque te has ido a otras dimensiones.
Pero aun te queda la vigilia de este momento…
Aun te quedan unos instantes para repasarte y «juzgarte».
Ahora tienes una humanidad más amplia y entiendes el «porque» de las cosas…o quizás no.
Tal vez en tu confusión aun te aferras a lo que dejas y es porque nunca tuviste el tiempo para razonar que, en verdad nos vamos.
Que todo lo dejamos y que nada, en realidad, existe.
No existe el odio que acumulaste, ni el ego, ni la vanidad, ni siquiera tu almohada, esa que aún, ahora, sostiene tu cabeza inerte.
Ahora te das cuenta de lo inútil que fue todo, tus afanes y deseos, tu casa, tu perro, tu familia, tus amigos.
Tu inacabable lucha por prevalecer, por dar lo mejor, por llegar a donde llegaste. ¡Y si! Te das cuenta porque aún tu mente está contigo en esta vigilia extraña y a la vez placentera.
Porque morir es un placer único que muchos conocen y muchos ignoran.
Ya no existes ¿y qué? Ahora te das cuenta que eso no era importante. Que te pasaste la vida ridículamente acumulando lo que nunca seria tuyo y amando lo que nunca amaste, porque ahora entiendes el amor.
Ahora te entiendes a ti y a todos y es que eres todos y ellos son tu. Minuciosamente te miras en un espejo para avergonzarte de ti mismo.
No existe un universo, eres, el universo. No existen las almas porque solo está la tuya y ninguna otra. Ahora te reconoces que siempre estuviste solo y lo demás lo creaste para…divertirte.
Creaste a los tiranos y sus tropas de acólitos y a los que derrumbaron sus estatuas para subirse ellos en un círculo eterno de «ponte y quita».
Creaste a la familia para emular una mala copia del amor que termino en egoísmo. Creaste la división y las tribus y los idiomas y los países…y las fronteras.
Y creaste la guerra. Y la tierra redonda para recordarte en el círculo de lo mismo y lo mismo y lo mismo…
Y un infinito para que esta volara sintiéndose «engañadamente» «libre». Y le llamaste «libre albedrio».
Y creaste las estrellas para que soñáramos en el límite.
Ahora que despertaste de ti mismo y te encuentras en «el otro» vuelves a darte cuenta que no existes. Que te engañaste a ti mismo y que volviste a caer en el juego de las pasiones.
Que cada vez que te haces carne te pudres en el abismo de tus sueños.
No existes ni nunca existirás así te empeñes. Así dejes tu nombre marcado en todas las calles y edificios, así acuñes tu rostro en las monedas.
Volverás sin reconocerte y te odiaras a ti mismo o ansiaras retomar o superar lo que una vez hiciste sin saber que lo hiciste y volverás a caer en tu propio juego hasta que vuelvas a esta vigilia ¡extraña! Donde ni tú mismo sabes que no existes.
Ya cae la noche y vienen por ti. Pero vienes tú mismo a levantarte y consolarte. Todos tienen tu rostro y hablan como tú y tú, que no hablas… solo piensas…y te ríes…porque sabes, que ya no existes… ni nunca exististe. ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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