En la medida ue avanza la decadencia del capitalismo y la civilización que ha creado, en mayor proporción incrementa su voracidad destructiva. Actúa más que antes contra la vida, contra la existencia de la naturaleza humana y no humana. Guerrea sin piedad.
Contamina. Envenena. Mata cuerpo y alma. Mata bosques y mata el agua. Enriquece a los suyos, empobreciendo a los nuestros. Cura una enfermedad y genera otra. Cada vez cuentan menos las necesidades humanas y la salud de la Madre Tierra en su tenebrosa contabilidad.
Ahora, como por la COVID declinaron importantes vertientes de su economía, sus jefes están decididos a potenciar la voracidad minera, a realimentarse dañando más la Madre Tierra.
Es una orden del alto mando transnacional, de los consorcios de la guerra y las armas, de los negocios de salud, tecnologías de punta y minería extractiva. Una orden envaselinada, que pasa por la Cámara Minera y acata el mandamás del Palacio Nacional, sus ministerios de mina y ambiente, y tecnócratas a su servicio.
Voracidad minera tiene que frenarse
Decidieron recuperarse económicamente comiendo oro, plata, níquel, gas, petróleo, tierras raras y cobalto sin beber agua. Para ellos el oro vale más que el agua. La Barrick, que nadie sabe cómo reemplazó la Everton, ya está tras el oro de la Sierra de los Siete Pico (Yamasá), donde nacen el Ozama e Isabela. Falcondo se prepara para asaltar Loma Miranda y penetrar por el Norte a la Cordillera Central.
A Uni-Gold, amiguita de Barrick, el Tribunal Constitucional le regaló la posibilidad de explotar todo el oro del parque Manolo Tavárez Justo y joder todo el sistema de agua del Noroeste del país, incluido el Artibonite, aquí y en Haití. La Gold Quest calienta motores para abrir en Romero las compuertas del saqueo minero en el lado Sur de la Cordillera Central y matar de paso el sistema de agua del Yaque del Sur, desde Azua a la frontera, arrasando con el granero de San Juan.
En fin, el triángulo de la muerte en acción. No importa cuál sea la ley minera, si la vieja o la nueva, o si se logran más o menos ingresos para el Estado. Poco valen aquí leyes y constituciones, menos en materia de seguridad ambiental.
Es el mismo Estado colonizado y corrupto, y un poder capitalista (transnacional y local) imbuido junto a su partidocracia de una enorme prepotencia y un profundo desprecio por la Madre Tierra, presto a privatizar y negociar con el agua escasa. ¡Habrá sangre de nuevo en el país!
narsoisa@gmail.com
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