Para entender el insistente y demoledor ataque de las tropas israelíes sobre el territorio palestino, es preciso revisar algunos datos históricos.
El Estado de Israel (Medinat Yisra’el), sellado por la religión, las tradiciones y costumbres, comprende una estrecha franja costera en el Mediterráneo Oriental, con una longitud máxima de 416 Km entre la punta septentrional entre el Líbano y Siria, y la meridional, que llega al mar Rojo. Es un territorio que desde su creación ha provocado grandes tensiones en los países del entorno y en la política internacional.
El temor de una guerra total en Medio Oriente, con consecuencias devastadoras para la región y más allá, ha llegado a su punto más crítico desde el inicio del conflicto en Gaza, el 7 de octubre del 2023, un percance que desde esa fecha lleva registrado más de 7,400 ataques transfronterizos entre Israel y Hezbolá.
Cuando en 1947 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acordaba la formación de dos estados, uno árabe y otro judío en Palestina, se estaban sentando las bases para uno de los desacuerdos más conflictivos del siglo XX. Fruto de esta enemistad, su historia se ha visto ensangrentada por varias conflagraciones que han supuesto la repetida modificación de las fronteras.
A pesar de la creación de las zonas de autonomía palestina en 1994, el equilibrio que la ONU había planteado dista mucho de haberse alcanzado. Hasta ahora, eso no ha funcionado. Es que la ONU no tiene autoridad para frenar a Israel.
Los bombardeos se han extendido más allá de los suelos palestinos y en las últimas semanas han involucrado al poderoso grupo militante Hezbolá, con sede en Líbano, país con el que Israel tiene otro de sus frentes de batalla.
¿Por qué Israel persiste en agredir el territorio palestino? El choque se remonta a la Primera Guerra Mundial, cuando ambos grupos fueron parte del mismo suelo.
Desde el estallido de la guerra en Gaza, Israel y Hezbolá (un partido político islamista chiíta y un grupo paramilitar respaldado por Irán) han estado intercambiando fuego, casi a diario, a través de su frontera común.
La semana que culmina, en menos de dos días, el Líbano fue escenario de otro suceso sin precedentes: miles de beepers y walkie-talkies explotaron simultáneamente por todo el país dejando una treintena de fallecidos y alrededor de 3,000 heridos, según el recuento de las autoridades.
Fue una masacre. Los dispositivos móviles eran usados por miembros de la milicia Hezbolá para comunicarse entre ellos. Pese a que nadie se ha responsabilizado de lo ocurrido, desde el gobierno de Beirut y desde la organización islamista apuntaron inmediatamente a Israel y en particular a su agencia de inteligencia: el Mossad, el equivalente a la CIA de Estados Unidos o el MI6 de Reino Unido, constituida en 1949.
Además, el diario estadounidense The New York Times asegura que la operación se habría orquestado desde el gobierno israelí, cuyos espías habrían intervenido los aparatos encargados por Hezbolá y les introdujeron explosivos antes de su llegada al país.
La muerte de ciudadanos a causa de la detonación de esos aparatos ha sido condenada en el mundo. Esto es una acción de terrorismo que merece el repudio mundial.
Terrorismo, es el mejor calificativo que se puede dar a una barbarie como esa. Habrá de esperarse que los países se pronuncien sobre los masivos asesinatos de las tropas israelíes, una acción que debe ser calificada como una salvajada, que está acabando con vidas de civiles inocentes, especialmente mujeres, niños y ancianos.
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(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).