La cuarentena y el toque de queda deben ser respetados por todos los ciudadanos. Desde los de abajo, hasta los engreídos de la clase media y la alta. Por las buenas o por las malas. Hay que cumplir con las medidas de exclusión social.
Por el hambre y las necesidades de buscar comida, los cuadros de abajo salen poniendo en juego su seguridad en la cuarentena. En la noche se tiran a las calles y se enfrentan verbalmente con la policía.
En lo alto de la pirámide social se dedican a transitar por la ciudad con poco tránsito como una especie de aligerar sus dolores y engañar sus diabluras internas. El queda lo respetan, pero amenizan sus fiestas privadas y sus inclusiones sociales tras paredes.
La acción policial con el toque de queda ha sido lenta. Parecería que no quiere que le digan que está reprimiendo. No puede haber comandantes de manos flojas. El toque de queda hay que hacerlo cumplir, aún y sea a macanazos.
Hay un factor de callejón que se impregna en los barrios. En los patios y en las pensiones muchos duermen apiñados en un cuartucho y tienen que salir a las calles a respirar aire fresco. Se ponen en alerta, a la espera de que las luces de colores de la policía se dejen ver, para ir corriendo a sus habitaciones.
Pero los de arriba y los de abajo quieren hacer lo que les viene en gana, y eso no se puede permitir. En esta ocasión se trata de que si permitimos que cada irresponsable haga lo que le venga en gana, entonces todos nos iremos de inquilinos para la tumba. El coronavirus no es un juego y todavía no ha sido controlado.
Tenemos una posición bien clara en torno a que el país no soportaría un toque de queda de 24 horas, pero el actual hay que cumplirlo. Por las buenas o por las malas. No es buscar el lado abusivo de los agentes del orden público, sino hacer respetar una disposición que nos puede garantizar la vida.
Con la cuarentena se da el caso de que hay poca educación y entrenamiento cívico. A muchos le pesa mantener la distancia en las filas, otros no usan máscaras y no les gustan los guantes. Aquí hay que multiplicar las normas educativas.
Pero no hay suficientes mascarillas en el mercado. Se insta a las personas que salgan a las calles con sus mascarillas, pero no tienen dónde encontrarlas. Ya no se puede entrar a un supermercado, a un banco o a pagar los servicios sino se tiene mascarillas, pero el artículo no se encuentra de venta en las farmacias.
Esta situación da pie al surgimiento de buhoneros que venden hasta mascarillas en las esquinas desiertas. En todos los aspectos de la lucha contra el coronavirus hay que trabajar, y garantizar el mejor servicio. Hay que dotar a la población de mascarillas, sean regaladas o que las pueda adquirir en los supermercados y en las farmacias. A cuidarnos, para seguir vivos. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
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