A Pablo Milanés
Cada vez estamos menos en esta vida. Cada vez que se nos va «algo» de nosotros también «algo» de uno se pierde.
No en vano se ha trillado aquello de que, uno existe hasta que se extinga el último que nos recuerde.
Pablo fue una parte vital de mi adolescencia. Tendría once años cuando sus canciones llegaron a mis sentidos a mediados de los 70. Aquella nueva trova cubana, Silvio, Amaury, Sara, Noé, Mirian… La poesía se hizo voz y sangre y aliento y consciencia.
Aquellas canciones revolucionarias ponían todo lo que en silencio pensábamos… y callábamos. ¡Por fin! Alguien lo decía, y encima, ¡Lo cantaba!
Para mí fue un acto de revelación, ya que un tiempo atrás, siendo un niño de unos 7 años, recibí un severo castigo por haberle comentado a un amiguito hijo de un coronel, que mi padre había participado en la guerra civil del 65 en contra de los gringos…
No pude entender, a esa edad, el ¿por qué? de las intrigas de los hombres. Pero callé y me tomo tiempo crecer para entenderlo… El miedo siempre anduvo rondando en América latina y todavía hoy se da la vuelta y husmea y huele y palpa y golpea…
Pablo le canto a la revolución cubana, le canto al despertar latinoamericano. Fue un férreo creyente de que en su país, nacía ese despertar y aporto su voz, su canto, su talento, su intelecto.
Con el tiempo, las pasiones juveniles también se acaban y brotan otros sueños. Ya no era necesario el canto revolucionario porque había algo más alto que este y eso solo se encuentra dentro de uno mismo.
Quizás esta canción se la compuso a una mujer, no lo sé, me inclino a pensar que sus últimos años de exilio en España fueron las razones de la misma y aquí surge un canto desesperadamente sutil a esa patria que veía perderse entre un sueño revolucionario de todos a algo exclusivo de unos pocos.
«Si ella me faltara alguna vez,
nadie me podría acompañar,
nadie ocuparía ese lugar que descubro en cada amanecer, si me faltara alguna vez.»
«Si ella me dejara de querer,
cuando la contemplo al despertar,
toda la pureza que me da nunca la podre corresponder si me dejara de querer».
Esos sueños de niño que abrigue, no hablaban de una patria, sino que las arropaban a todas. América latina fue mi norte por muchos años hasta que termine en el verdadero norte. Jamás pensé que terminaría siendo parte de «eso» que tanto critiqué.
Pablo optó por la madre patria. Prefirió un imperio extinto y perdonado por los siglos a uno vigente y abrasador de cuyas entrañas hablaba Martí.
Hoy Pablo te has despedido para siempre, solo te recordaremos en tus canciones y esa tu voz inconfundible. No sé por dónde andará aquel cuadro que te di una vez en la Habana ni cuál será su destino. Ya vez Pablo, somos como todo y como todos tendemos a desaparecer…
Sin embargo, quiero manifestarte el inmenso agradecimiento que siento por ti y por todos los que como tú aportaron en aquel niño inquieto y «algo distinto a los otros» que se distrajeron en capitales y vanos asuntos materiales.
Gracias Pablo, porque crecí contigo y fui parte de tus voces, revolucionarias, poéticas, amorosas y ya, más luego, ¡despiertas!
Nos dimos cuenta de que el mundo es todo ego y que por más hermoso que surgiera el momento, siempre, el hombre estaría presente y «esa» es una naturaleza distorsionada…
Por eso terminaste esta hermosísima y a la vez tristísima canción con estas estrofas;
«Si ella se olvidara de cantar
ese hermoso mundo que me da
Cómo volvería a predicar, si fue su palabra mi verdad
Si se olvidara de cantar»
«Si ella no inundara esta ciudad
todo cambiaría de color
Gozaría de otra claridad Cuando miro y pienso con dolor, si no inundara esta ciudad».
«Si ella me faltara alguna vez
Si ella me dejara de querer
Si ella se olvidara de cantar Si ella no inundara esta ciudad yo escribiría esta canción».
Y terminaste escribiéndola Pablo porque estabas hecho de «Eso, que llaman amor, para vivir…» ¡Salud!. Máximo Caminero.
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
Comentarios sobre post