Por Emiliano Reyes Espejo
-«Llegó ahí un hombre de la capital. Vino a buscarte a ti y a los otros muchachos», me dijo un compañero del liceo que se presentó a mi casa apenas había descansado un rato después de mis faenas escolares. Me alistaba para ir al pequeño «conuco» de papá para «marotear» mangos, comer caña de azúcar y después bañarme en el «regolón grande» del ingenio Barahona que pasaba bien cerca de allí.
Pregunté al mensajero acerca de quién era la persona que nos buscaba. Él no sabía, solo decía que había llegado de la capital y que tiene un mensaje de Peña Gómez.
-Él dice que es urgente, que tiene que hablar con ustedes. No retornará a Santo Domingo hasta tanto converse con todos los muchachos»,-insistió.
El hombre de la capital nos esperó en el local del comité municipal del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) ubicado en una portentosa casa de madera de dos niveles –una joya de vivienda en la zona- ubicado en la avenida Libertad, propiedad de la familia Oviedo, específicamente del emblemático síndico tamayense Belisario Oviedo. En ese local funcionaba también la Juventud Revolucionaria Dominicana (JRD) el brazo político juvenil del otrora poderoso partido del «jacho prendío».
Cuando llegué ya estaban allí varios de mis amigos, mozalbetes, la mayoría compañeros del liceo. Entre ellos habían que, aunque muy jóvenes, eran abiertamente dirigentes o militantes de la JRD. Otros participaban o simpatizaban con organizaciones de izquierda (Línea Roja del 14 de junio, Movimiento Popular Dominicano (MPD) el Grupo de Plinio y otras entidades que activaban políticamente en contra del gobierno del presidente Joaquín Balaguer.
Atentos, escuchamos todos, el mensaje que nos trajo el «pueblita», como se dice en nuestros campos, -«Compañeros, el líder de nuestro partido, doctor José Francisco Peña Gómez, nos envió hasta aquí para que le diéramos este mensaje», expresó. Se había desplazado casi 170 kilómetros durante más de dos horas para llevarnos el encargo.
Vestía pantalón y camisa color kaki, bota negra y de tamaño alto promedio, a este hombre delgado, de tez blanca, cabellos negros y bigotes de típica fisonomía cibaeña, algo no muy común en esta zona del Sur, se le veía muy convincente.
-«Quiero que sepan que es algo apremiante, de vida o muerte. Me urge conversar con ustedes. Se trata de algo muy serio…», recalcó. Comenzó a exponer con ímpetu, en tono enérgico, mientras gesticulaba con sus manos voz fluyente y sin hacer preámbulo.
-«Lo que ustedes hicieron aquí no cayó nada bien en esferas de poder de la capital. Éstos están hablando de dar una lección aquí en Tamayo, incluso hablan de desaparición física», dijo de manera enfática el enviado de Peña Gómez, don Rafael –Rafa-Gamundi Cordero. –»En esos sectores se ha señalado que hay que hacer algo igual que se hizo en Hato Mayor», insistió. –»Peña Gómez recibió información confidencial de amigos ligados a los servicios de inteligencia del gobierno reformista. Piensan dar una lección aquí en Tamayo para evitar que ese tipo de incidente se repita en otras comunidades del país».
-«Incluso –añadió-se ha planteado la desaparición física de los que organizaron esa protesta. Esa acción valiente de ustedes tiene brava a mucha gente del gobierno», advertía de manera muy convincente.
En esos días se había difundido mucho en la prensa nacional el caso de la desaparición y muerte horrenda de los hermanos Santana Vilorio y su amigo Juan Zorrilla, en Hato Mayor, luego que organizaran protestas y otras actividades políticas contra el gobierno de Joaquín Balaguer.
«El asesinato de Juan Zorrilla, Malé y Serafín Santana Vilorio, durante los 12 años de Balaguer, siendo dirigentes de la Unión de Estudiantes Revolucionarios, UNER» ocurrió el 15 de enero de 1970, narra el portal La Historia Dominicana en Gráficas.
Según la publicación, «este 15 de enero (de 2020) se cumplen 50 años del secuestro y posterior asesinato de los hermanos Serafín, Amado (Malé) y su compañero de infortunio Juan Zorrilla, tres prominentes jóvenes del movimiento revolucionario que nació en Hato Mayor después del golpe de Estado contra el profesor Juan Bosch».
«Ningún caso ha dolido tanto y hecho recordar con horror a los hatomayorenses como el secuestro y posterior asesinato de los hermanos Serafín, y Amado (Malé) Santana Vilorio y Juan Zorrilla», quienes como relata el medio digital: «Salieron con un presunto amigo que más tarde los entregó a quienes ejecutaron el horrendo y triple crimen».
Los que en Tamayo acudimos a aquella furtiva e inesperada cita, escuchamos atentos la advertencia que nos hizo Gamundi Cordero, refiriéndose al luctuoso crimen acontecido en Hato Mayor.
Una semana atrás habíamos participado en una protesta en repudio a una visita a nuestra comunidad del presidente y líder del Partido Reformista, Joaquín Balaguer. La dirigencia reformista local había organizado un masivo mitin encabezado por el mandatario, quien agotaba un recorrido en la zona en su campaña en busca de su primera reelección presidencial.
La manifestación de los reformistas se celebró en la explanada frontal del edificio del ayuntamiento. En ese lugar había celebrado el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina una de sus últimas concentraciones antes de ser ajusticiado en la capital. Se dijo entonces que los ajusticiadores del sátrapa planificaron ultimarlo en uno de esos viajes al Sur del país.
En esta ocasión se concentró allí una gran masa de seguidores del «partido del gallo colorao», especialmente agricultores, productores agropecuarios, trabajadores agrícolas y jornaleros de la industria azucarera y de comunidades vecinas que antes eran fervientes trujillistas. Había gentes de Monserrate, Uvilla, El Jobo, Mena, Santa Ana, Bayahonda, los bateyes y otras localidades que acudieron allí en diferentes medios de transporte, camionetas, caballos y burros. Como algo típico de estos mítines, muchos de éstos iban vestidos con atuendos del reformismo: camisas y gorras «colorá», mientras enarbolaban eufóricos las banderas con la estampa del «gallo colorao».
Alzaron pancartas, letreros de telas y cartelones que expresando apoyo a su líder político en medio de algarabías, aplausos y loas. Entre los letreros había uno enorme que llevó don Fabián Matos De la Paz, una reconocida personalidad del lugar de tradición trujillista y ferviente promotor reformista, aunque entre algunos de sus hijos, surgieron arraigados dirigentes de la izquierda revolucionaria del país. El texto de este cartelón era algo similar al que Don Fabián exhibió durante la visita a la localidad, años atrás, un poco antes de su ajusticiamiento, el tirano Trujillo:
«Fabián Matos y sus 24 hijos apoyan al generalísimo Trujillo».
Los jóvenes que asistimos a esta protesta anti-reeleccionista, algunos comprometidos con la izquierda y el PRD, penetramos sigilosamente entre los manifestantes y nos colocamos en los extremos del letrero de Fabián, un rígido rectángulo de «cartón piedra» que era sostenido por manifestantes.
Ya colocado allí simulamos que íbamos a ayudar a sostener la pancarta y procedimos a halar en sentido contrario desde los extremos hasta que se rompió. Desprendimos pedazos del «cartón piedra» y lo arrojamos a la multitud que corrió despavorida, en medio de la sorpresiva acción, en todas direcciones del parque.
Balaguer, que iniciaba un elocuente discurso en el que prometía tierra y otras bonanzas a pobladores de estas comunidades que les aclamaban entre algarabías, interrumpió bruscamente su alocución en medio del caos y el desorden, provocando la incertidumbre de los manifestantes que se dispersaron del lugar.
La seguridad del mandatario se abalanzó sobre éste, lo protegió y lo llevó presuroso a su vehículo, partiendo rápidamente. En tanto, los jóvenes seguimos lanzando objetos hacia los manifestantes que corrían para protegerse, sin saber realmente lo que acontecía.
Hasta ahí llegó el mitin reformista.
Cuando este enviado del líder perredeísta Peña Gómez, el señor Rafael –Rafa-Gamundi Cordero, llegó a Tamayo y nos explicó lo que se urdía en nuestra contra, fue que comenzamos a entender la magnitud de nuestra acción.
Nos narró el académico tamayense José Reyes, quien también parte de esta protesta que «Freddy Reyes, Augustico Reyes, Papo Cuca y otros jóvenes de la localidad fueron los protagonistas del hecho». -«Debimos pasar dos noches entre los montes y orillas del río (Yaque del Sur) hasta que Santa Reyes (la madre de éste) nos ubicó para comunicarnos que ya todo estaba en calma y podíamos salir del escondite», relató.
-«Cabe destacar –agregó Reyes- que a partir de ese hecho la persecución hacia nosotros era constante, principalmente cuando se acercaba una fecha como 24 de abril, 14 de junio, 28 de abril, etc. Estaba persecución se realizaba aunque no participáramos en actividad alguna».
Esbozó que «tiempo después fuimos objeto de detención y maltrato físico en la fortaleza de Cambronal en Neyba, ahí era donde llevaban a los reos de la provincia»
-«En esa ocasión detuvieron como 15 jóvenes acusados de atacar a una patrulla de policía a piedra y palo», relató. Entre los detenidos en esa ocasión figuraba (yo) José Reyes, Valentín Encarnación (Manchita) Américo Castillo, Reinaldo Larancuent, Wilson hijo de Manolo (comerciante) y un señor llamado Luis que construía bola de billar. También fueron detenidos Óscar Féliz, Fernando Batista (El Flaco) pero fueron liberados sin llegar a Neyba».
-«Las instrucciones que tengo del doctor Peña Gómez es que retorne con ustedes a Santo Domingo, que no los deje a ninguno aquí en Tamayo», dijo enfático Gamundi Cordero. La idea en principio era que nos marcháramos esa misma tarde con él desde el mismo local perredeísta.
Algunos de los presentes asintieron y buscaron sus ropas y marcharon a la capital. En mi inmadurez de adolescente no di mucho crédito al pedido del dirigente perredeísta, además que, aunque hubiera querido no podía, no tenía donde alojarme en la capital.
Días después los que nos quedamos comenzamos a pasarla mal, a sufrir las consecuencias. La dotación del cuartel de la policía fue cambiada casi completa, una señal de que la cosa era en serio porque entonces se montó una especie de vigilancia y persecución.
La casa de mi padre Eloy Reyes Gómez, entonces secretario del ayuntamiento local –otrora dirigente de Unión Cívica Nacional (UCN) y en ese momento militante de una facción reformista del médico barahonero Alcibíades Espinosa- estaba siendo vigilada. Los policías llegaron a decirle que sabían que yo estaba allí escondido, que me entregue. Mi padre tenía también la presión de Fabián Matos que exigía le pagara el cartón piedra del cartel que fue destruido en la manifestación.
Durante un tiempo se sentía una latente tranquilidad, Parecía que ya se había abandonado la vigilancia cuando Manuel Brito, que era mi cuñado porque su hermano Fermín vivía con mi hermana Austria, osó visitarme ajeno a lo que estaba pasando a su regreso de la capital. Al parecer los policías lo confundieron conmigo, -ya que no me conocían físicamente-, y a la salida de mi casa lo interceptaron y sin mediar palabras comenzaron a golpearlos.
-«Yo no soy Emiliano, yo no soy Emiliano…soy Manuel el hijo de Criiis, Criiisss, Crissspúlo, el profesor Criiisspúlo…», decía éste que era «gago» cuando reaccionó azorado ante la inesperada golpiza.
Luego, ya ejerciendo el periodismo en la capital veía y me acercaba al líder perredeísta para tomar sus declaraciones, o durante las entrevistas, pensé expresar nuestro agradecimiento por lo que hizo aquella vez por nosotros. También a Gamundi Cordero, quien se trasladó a Tamayo, a casi 200 kilómetros de Santo Domingo, para cumplir con la misión que le asignó su líder y guía.
Al no haber expresado en vida ese agradecimiento, hoy me inclino fervoroso ante su infinita memoria. Descanse en paz eterno líder de masas del pueblo dominicano.
ere.prensa@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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