La vida misma de cada individuo es un guion que se va trazando de acuerdo a lo que «el mismo no sabe ni imagina».
Uno va por ahí soltando amarras y desatando cabos. Va lanzando toda clase de fabulas e improperios y no se da cuenta que sus palabras son mágicas y que «eventualmente» señalaran (que no Jeanalan)…su destino.
La vida del dominicano es como una de esas novelas enigmáticas de realismo mágico. Es muy surrealista y muy cargada de dosis de compasión, humor y cierta ingenuidad sana.
Una ambivalencia que se balancea en la cuerda queriendo ser bueno, pero «algo de malo».
No podemos decir que los políticos son malos porque, la mayoría de los que hacen política…ni siquiera saben que significa eso. Entonces podría afirmar aquí que son individuos a los que «el azar» les ha beneficiado con un puesto.
Precisamente ese «azar», que viene acompañado de una mano amiga, no le ha entrenado para participar en «actividades» gerenciales y administrativas generadas para «servir» que no servirse…
He ahí el dilema de nuestros servidores públicos. No saben que asumir las variadas posiciones del estado son, más que un gozo, un desgastante deber de servicio y amplia vocación de paciencia para lidiar con las demandas del pueblo.
Definir al político es un asunto complicado que ni siquiera el mismo diccionario especifica de forma clara… muy común en los políticos también…
Dice que lo hacen por un bien común o para disfrutar de ese «sentimiento» de «prestigio» que esto le confiere…
Debo confesar aquí que no pude esquivar mi indignación, cuando me toco visitar la cámara de senadores y diputados de la Republica Dominicana, al ver un desfile de autos de lujo de donde salían individuos impecablemente vestidos y enmascarados de un ego que delataba su propia mascara.
Yo dividiría el «accionar político dominicano» en tres puntuales puntos, con el perdón de la redundancia.
Primero; el 90% lo hace para enriquecerse.
Segundo; un 9% para argumentar cierta fama.
Tercero; un desafortunado 1% en aras de todos.
Yo sé que la mayoría estará en desacuerdo conmigo y me dirán; el 100% no sirve o «son muchos» los que si, lo cierto que es que «esa» ciudadanía gobernada, en este caso por no ser tan abundante, está familiarizada sanguínea o «amistablemente» con algún político de turno o aspirante futuro.
Esto da como consecuencia una complicidad vedada. Un halo de impunidad que circunda en el subconsciente del colectivo.
No es nada exclusivo de un pueblo, es un asunto muy humano. Solemos ser generosos con el que nos beneficia y avasallantes con el que no.
La operación tiburón seguramente será la última de toda la fauna marina que la justicia dominicana nos brindará.
¡Por fin tenemos justicia! ¿debemos agradecer por ello? En mi caso he esperado esto desde que soy un niño y por más que he hablado intentando abrir oídos la gente siempre fue pesimista.
La justicia que hoy se nos brinda nunca debió de estar ausente de nuestro pueblo ya que es un derecho y un deber de todos en procurarla. Pero hemos sido tan pasivos y permisivos que ya no existe uno de nosotros que no tenga un familiar o amigo involucrado en nuestro propio desfalco.
El desembarazarnos de estas mañas dañinas será doloroso para muchos, pero de no hacerlo la desidia terminará por hundirnos a todos.
Los políticos aprenderán que su función tiene que estar atada a un íntimo y sincero deseo de ser útil para dar bienestar y sentido a una sociedad en su recorrido.
Y que no tendrán que comerse un tiburón «podrido» para «llegar» a sus oscuros y absurdos propósitos. ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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