A Pleno Sol
Los sectores representativos del país están exigiendo cambios profundos en la sociedad dominicana. Van desde los institucionales, hasta del diario vivir. La eterna demanda de justa distribución de las riquezas. Da la impresión de que estamos viviendo en un país salvaje, donde sobrevivirá el que pueda.
El país tiene tantas leyes que no se aplican, que hasta los juristas se olvidan de que existen. Es una cara del orden y de la justicia que se maquilla de acuerdo con la fiesta de ocasión. El orden institucional queda a capricho del gobernante de turno. Ese debe cambiar.
No es crear nuevas leyes y modificar la Constitución, sino que se cumpla a rajatabla lo que mandan los códigos. Se habla y escribe de urgente reforma de la Policía. De acuerdo. Es necesario llevar la mentalidad y el trabajo de la policía al siglo 21. Pero esas reformas no son prioritarias.
Lo trascendental es que en la policía se cumpla con los reglamentos. Todo está allí escrito. Desde como detener a una persona, como interrogarla, cuando someterla a la justicia, que no se violen sus derechos humanos, que sea un auxiliar de la justicia y que es una institución civil, que depende del Ministerio de Interior y Policía.
En la justicia solo hay que hacer valer el principio de que tiene una venda en los ojos y una balanza, para actuar con equidad, sin prejuicios, sin favor ni temor. Lo demás será letra muerta. Los cambios que se demanda, es de qué la sociedad se apodere de sus responsabilidades y sus obligaciones.
El presidente Luis Abinader dice que quiere reformas constitucionales e institucionales. Inclusive ha sido el principal impulsador del diálogo, para tratar de lograr avances en la sociedad dominicana. Es un camino difícil, con el viento en contra y en medio de embravecidas aguas.
Cuando se habla de reforma, hay que hacer de inmediato un inventario de lo que se tiene. Todas las reformas institucionales nacional han navegado, porque cada quien desea hacer lo que le plazca. Leyes inaplicables, que no merecen ser variadas.
No hay reglas de juego en la sociedad nacional, donde se impone el más osado, el que tenga más relaciones, o el que en un momento coyuntural consiga el respaldo del partido de gobierno. Hay que comenzar a cambiar con esa conducta. Ahí es que el pueblo quiere cambios.
En el mundo de hoy se impone el respeto y el orden. La primera muralla contra el desorden es el ciudadano. A él le toca vigilar el cumplimiento de las leyes, y que no se caiga en la anarquía. Muchos han perdido la visión a futuro, y en el presente se empantanan en un lodazal inmundo. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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