Lo que vale son tus ojos y tu boca, tu nariz y lo que aspiras y transpiras de ella.
Lo que vale son todas las facultades que te permiten navegar en esta dimensión terrenal y disfrutar de ella. Lo que vale es tu salud y tu mente, y como pienses con esta.
Lo que vale es lo que tienes atado a ti, lo que te conforma como un ser humano facultado con las herramientas adecuadas para vivir un proceso «extraño» en un mundo habilitado a tus condiciones. Todo lo demás, creado por ti, no tiene importancia…
Sin embargo, solemos darnos cuenta de «lo que vale» cuando se ve afectada la más mínima parte de nuestra humanidad, un simple rasguño, una astilla atascada en la piel y de ahí, vaya usted mismo incrementando los males…
Ya cuando nos dan «el diagnóstico final», que, eventualmente, recibiremos, es cuando abrimos suplicantes los ojos buscando hacia el cielo en un afán tardío de recibir piedad ante el final indetenible. Es en esos momentos cuando, de buenas a primeras, nos damos cuenta de que estamos vivos y le damos «valor» a lo que… vale.
No vale tu dinero, ni todo lo adquirido con él, no te sirve, ni te servirá para salvarte. Ni te servirán los consuelos, ni los amigos, ni las buenas intenciones. No te servirá nada, porque lo que vale, eres tú y te vas a perder.
Solo quedará tu recuerdo, y lo que hiciste, y lo que dijiste y lo que impactaste a los demás, que les servirá para apreciar, lo que vale, de sus vidas.
Al final, eso vale más que toda la fortuna que le habrás dejado a tus descendientes o amigos. Porque ellos también llegaran a ese momento de despedirse y también se darán cuenta que la vida no es materia, sino un suspiro divino que se esfuma indiferente o se queda despertando almas en un eco perpetuo de bienestar.
No vale tu sonrisa, ni tus palabras, ni tus actos, sino están colmados de pureza.
No valdrá tu caridad, ni tú buenas intenciones si están atadas a alimentar tu ego.
No valdrán tus oraciones, ni todos los chamanes o brujos, porque nada suele viciar la nobleza pura del universo.
No hay manera de desviar la verdad y lo que «es».
El juego de la vida es el juego de las galaxias. Podremos inventarnos y recrearnos y hasta llegar a «pensar» que somos «superiores» a algunos, o a todos, pero no lograremos evitar el tiempo asignado a cada cual y lo que hicimos con este…
Aquellos que se distrajeron en el exterior y no alcanzaron a mirarse dentro y lo frágil y breve y maravillosos que somos, hayamos, o no, logrado acumular riquezas, serán «reajustados» a corrientes universales adecuadas a su grado de evolución.
Porque, lo que vale, es que me quieras, que me aceptes, que te conduelas de mí. Que me ayudes a elevar mis vibraciones a grados más acordes al bien.
Lo que vale es tu voz, susurrando melodías a mis oídos, transmitiéndome energías positivas que eleven mi sensibilidad espiritual. Lo que vale, es tu alma tocando la mía y la mía tocando la tuya y las dos tocando las almas de todos hasta descubrir, que somos una sola.
Quizás ese sea el propósito de la vida, lograr almonizarnos todos y así armonizar el mundo, «volver a encontrarnos» en la esencia interior.
Mientras continuamos en forjar ese camino, recuerda que al final lo que vale, no es tu ropa, sino quien la lleva puesta. No es tu cartera, sino lo que va dentro. No es si eres bonito o feo, si no que tan bella es tu alma.
Nunca olvides tampoco, que los besos y el amor son cosas que valen también. Estar contigo creando otros besos y otras miradas que se fundirán en otras galaxias son deberes del infinito. Así que disfrútalos con mezcal sin importar del que sea ya que al final ¡Lo que vale! Es decir, salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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