A través de nuestro pasaje por la tierra, vamos recibiendo y dando. Recibimos proporcionalmente más de lo que damos, pero esos detalles son poco apreciados por la mayoría…
Uno da amor, sonrisas, palabras de aliento. También da dinero o utiliza su cuerpo para ayudar a otro a subir o bajar la escalera. En fin, que uno da constantemente, pero también recibe…
Uno recibe todo eso ya mencionado y seguramente lo recibe más constante y abundante. Y es que la ley de las buenas intenciones esta «programada» para devolver superlativamente lo que uno da. De la misma manera, ésta ley funciona «neutra» es decir, no tiene corazón, ni cerebro, ni un pelo de sentimiento…
¿Cómo es esto?. Parecería una contradicción, sin embargo… Las buenas intenciones podrían ser, también, «malas intenciones». Me explico, usted puede, está capacitado, tiene el derecho, el dominio, la habilidad, para, desear el bien como el mal.
La corriente de energía que fluye invisible a dos metros de nuestra cabeza, solo recibe el mensaje, lo procesa y lo ejecuta. No razona si está bien o está mal, únicamente procede. Ese río que corre a velocidades astrales está a nuestra disposición.
Él recibe nuestros pensamientos, los que nos atormentan, los que nos apasionan, los largos, los cortos, los pensados y los no pensados también. Es un receptor implacable, que además capta «nuestra verdad y nuestra mentira» o sea, lo que en verdad sentimos. No podemos engañarla ni ser hipócritas porque ella, exclusivamente, percibe lo sincero.
Es por eso que no todo lo que se pide o piensa se nos da. Si usted da por interés, recibirá de interesados. Si usted «maquiavélicamente» tiene un plan para fastidiarle la vida a alguien, es probable que usted terminará más jodido.
Si usted recibe resabios y los devuelve, estará activando a esa corriente a ser resabiosa con usted. Si, en cambio, al resabio recibido, usted le devuelve bienestar, ¡eso recibirá!. La gente le llama a esto, «brujería», orar, meditar, buscar la ayuda de Dios, pedirle a este… pero es física cuántica.
Es un conocimiento «conocido», valga la redundancia, en los principios herméticos escritos milenios atrás. Ley de la correspondencia; plantea que todo tiene un contrario que a su vez es su «símil».
Todo contiene un flujo constante de energía que emana y recibe contaminando a todo lo que pase cerca.
Nosotros mismos somos fuentes que andamos esparciendo y recibiendo energías que a la vez contienen todo lo bueno y lo malo que le transmitamos.
Nuestros pensamientos son energía. Salen disparados como flechas hacia todas partes, ocasionando este desastre de seres humanos incontrolables y locos.
Es natural ya que recibir tanta M nos distorsiona y sobrecarga el cerebro.
Por esto decía anteriormente, que «esa» corriente solo percibía lo sincero, lo que está limpio y descontaminado de turbulencias.
Esa conexión con la corriente nada más se consigue de dos maneras. La primera se alcanza de manera inconsciente. La segunda, la que nos proporcionaría un gran poder, es la consciente.
La inconsciente, como ya manifesté, es la que llega constantemente al río y la que, en consecuencia, más influye en nuestro destino.
La consciente es la menos usada porque requiere de un alto grado de fe. Conectarse conscientemente solo ocurre cuando el vacío existencial nos llena la existencia. Cuando la mente se hace conciencia y arrojamos de un sacudión todas esas energías pegadas a nuestro cuerpo.
Pedir conscientemente es ver realizarse la magia. Un acto irrefutable de lo absurdo y fantástico que somos. Es por esto que lo que se recibe es inmensamente mayor que lo que se da. Un gesto amable o soberbio de la inmensidad, otro misterio del universo… ¡Salud! Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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