El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, advirtió el 14 de febrero de 2023 del riesgo de un éxodo humano de proporciones bíblicas debido al aumento del nivel del mar provocado por el calentamiento global y pidió llenar los vacíos en el derecho internacional, especialmente para los refugiados que saldrán despavoridos hacia lugares más seguros.
«El peligro es particularmente grave para casi 900 millones de personas que viven en zonas costeras bajas, una de cada 10 personas en la Tierra», resaltó ante el Consejo de Seguridad. Advirtió que las comunidades que viven en áreas bajas y países enteros podrían desaparecer para siempre.
Añadió que países como Bangladesh, China, India y Países Bajos están todos en riesgo. Mega ciudades en todos los continentes sufrirán severos impactos, como El Cairo, Lagos, Maputo, Bangkok, Dhaka, Yakarta, Bombay, Shanghái, Copenhague, Londres, Los Ángeles, Nueva York, Buenos Aires y Santiago».
Alegra saber que no menciona a ninguna ciudad latinoamericana que, sin embargo, sus pobladores corren igual peligro por estar ubicados en espacios rodeados de aguas salinas y grandes ríos. Es cuestión de ver qué pasará en la región, los próximos años.
En términos prácticos, y con buen juicio, él se está refiriendo por enésima vez a un debatido tema sobre los cambios climáticos que a largos plazos van causando fenómenos destructivos al planeta tierra ante la indiferencia de los líderes de las potencias mundiales que se pasan todo el tiempo inmersos en una guerra de espionajes, buscando la forma de repartirse los países en vía de desarrollo en base a prebendas económicas, asistencias educativas, de salud y militares.
Como soy un apasionado por las investigaciones científicas, con muchas inquietudes respecto al real origen de la humanidad y del universo, sigo de cerca el fenómeno de los cambios climáticos.
Lo cierto es que esa eventualidad está generando la alta temperatura que provoca el deshielo de glaciares con efectos catastróficos, como los siguientes: aumento del nivel del mar que conllevaría a desarrollar inundaciones en zonas habitadas por humanos cercanas a los ríos, arroyos y cañadas; impacto sobre el clima con el incremento de huracanes y de intenso frío; y la desaparición de especies marinas, menos agua dulce.
Desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas, lo que produce gases que atrapan el calor. Es lo que han estado diciendo los científicos, pero nadie les hace caso. Es un asunto preocupante.
Según los expertos en clima de la ONU, el nivel del mar aumentó entre 15 y 25 centímetros entre los años 1900 y 2018, y se espera que suba otros 43 para el 2100 en un planeta que experimenta un alza de 2º Celsius de temperatura por año, en comparación con la era preindustrial. Sin embargo, podría subir 84 centímetros si el planeta se calienta 3 y 4 grados Celsius.
La subida de las aguas, más allá del hundimiento de determinadas zonas urbanas y rurales, va acompañada de un aumento de las tormentas y de las inundaciones en áreas costeras. Es la razón de por qué cuando hay amenazas de vaguadas, tormentas tropicales y huracanes, los organismos de socorro lanzan alertas meteorológicas a la población cercana a zonas de altos riesgos.
Como bien plantea Guterres, el Consejo de Seguridad de la ONU tiene un papel esencial que desempeñar para abordar los devastadores desafíos de seguridad que plantea la crecida de las aguas. El asunto es que, al parecer, está solo en esa lucha. Es como si hablara a humanos sordos, mientras va en la ruta del colapso el acogedor y hermoso planeta que habitamos, que no protegemos.
Es un discurso que ojalá impacte la conciencia de la humanidad, especialmente de los depredadores del medio ambiente y líderes mundiales cuyas posturas frente a este peligro merecen ser considerados como personas de conductas apocalípticas de alta gama, con ambiciones políticas extremas, irracionales, desenfrenadas y responsables de la futura extinción del planeta Tierra.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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