A Pleno sol
Ninguna mujer u hombre está por encima de su coyuntura social. Su circunstancia es cadena que le atan. Solo puede haber interdependencia cuando usted decide salirse de instituciones maleadas, derrumbarlas, y abrir nuevas trochas, con ideas nuevas.
Eso no pasa en la República Dominicana. Ni sucede con la justicia. El estamento judicial dominicano tiene las piernas de gelatina, sus columnas son de barro blando. Una mujer o un hombre actuando en forma independiente no tienen la fuerza suficiente para hacer cambios profundos.
La sociedad civil siempre juega a los héroes. Piensa que hay una mujer o un hombre predestinado, y que por la fuerza de su nombre, puede variar los acontecimientos. En la coyuntura actual dominicana, la justicia no tiene independencia, depende del ejecutivo y los poderes del Estado.
Como un ente aislado, enquistado en uno de los estamentos de la sociedad, un fiscal independiente solo perseguiría a corruptos preferidos, pero no podría accionar las manos ante los amigos consentidos. Hoy por hoy, la citación judicial puede penetrar la residencia de los políticos, pero se para ante las mansiones del gran capital.
La acción de un fiscal general está ligada a una política de Estado. En un país al borde de una crisis general, es un espejismo que un presidente pueda soltar las riendas judiciales, a un providencial sobre el cual no tenga control.
El que ocupe el cargo pensando en independencia de criterios, y que está por encima del bien y el mal, renunciará antes del año, o será despedido. Son las circunstancias políticas y de Estado las que enmarcan la independencia de la justicia, y no la mujer o el hombre predestinado aupado por la sociedad civil.
Creo que en el país se debe llegar a una justicia independiente, con un fiscal independiente, elegido en consulta popular, sin ligazón con las orientaciones de grupos sociales, económicos o políticos.
Pero la justicia no se va a levantar de forma independiente, mientras persisten todos los otros males de la sociedad dominicana. Por lo menos vamos a hacer el intento de ver hasta dónde llega un providencial interpuesto por la sociedad civil.
El país demanda justicia y sanciones para los corruptos. Todos a una, de acuerdo. Irán las primeras cabezas a la guillotina, y en coyuntura política determinada, parar la cuchilla sería una piedra de negociación. La democracia representativa está enferma y plantea escapes para evitar estallidos. Su fortaleza es su debilidad: nada ni nadie por encima del sistema. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
manuel25@yahoo.com
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