Por Dominga Valdez
Los que vivimos en el caribe sabemos que siempre en temporadas de huracanes, alguna tormenta nos visitará y cambia sus vientos y trayectoria para azotarnos sin piedad.
Hoy que el huracán categoría uno Fiona, ha causado tanto daño con las grandes cantidades de pulgadas de lluvia que terminaron con municipios inundados en el centro, norte y sur de Puerto Rico, otra vez pienso en esas madres con hijos con impedimentos sicomotores y su valentía nuevamente para lidiar con la situación que no es paja e’ coco.
Y las preocupaciones de tantos padres con hijos discapacitados son normales, pues no es lo mismo tener hijos saludables pasando huracanes, que tenerlos encamados o en sillas de ruedas, asunto que igualmente preocupan al paciente que sufre callado.
Una como mamá en esa situación, no deja de tener temor, pues me remonto al huracán María, en el 2017 y las vicisitudes que pasaron tantas madres con sus hijos niños y adultos que dependen de ellas para todo.
Las madres con hijos especiales o condiciones discapacitantes, se las inventan para mantener la calma de ella y su vástagos, pero por dentro el temor a vivir lo de María, nos llena de ansiedad y angustia, deseos de llorar y ese frío en el pecho que no cesa.
Y los malabares que tuve que hacer para poder sobrellevar la situación porque estábamos todos, en el mismo bote, una experiencia traumática para ambos o para todos en Puerto Rico.
Fiona, un nombre que suena simple, pero que como quiera ha causado pérdidas millonarias en Puerto Rico, pérdidas catastróficas, en una isla que aún no se recupera del todo de aquellos temblores, huracanes Irma y María y la pandemia de Covid-19.
Nuevamente los sistemas eléctricos colapsan y me pregunto. ¿Seguimos sin un plan de emergencia ante un fenómeno de esta naturaleza?
Las personas discapacitadas quizás no expresan sus temores ante un huracán, quizás les aterre vivir en un condominio y que los elevadores estén apagados y surge una emergencia y no tengan por donde les van a bajar.
Pienso en los deslizamiento de tierras, ríos desbordados, árboles caídos y puentes colapsados y miles de personas refugiadas sin poder caminar y este apagón en toda la isla, que dejó sin energía eléctrica a más de 3,3 millones de abonados.
Ellos los que padecen condiciones limitantes se harán muchísimas preguntas sin respuestas.
Me imagino las interrogantes que deben tener intrínsecamente los discapacitados y no lo expresan, pues no pueden hacer nada, sino esperar a que todo pase.
La mirada fija y callada de mi hijo con distrofia muscular, dice tanto, sus saltones ojos me hablan queriendo no volver a vivir aquella estampa del huracán María, que nos llevó a irnos en Ferries del Caribe, sin maletas ni ropas a República Dominicana, en lo que el sistema eléctrico se restablecía en Puerto Rico.
Pues la experiencia para mi hijo durante el huracán María, no fue nada agradable y sentí su temor al estar a oscuras por tantos días y sin poder caminar.
No es lo mismo pararte a ver la lluvia caer, que escuchar las noticias desde una silla de ruedas, tantas informaciones también asustan, hasta al más bravo, de la bonita del mundo.
(La autora es periodista residente en Puerto Rico).
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