Visión Global
Muchas frases de grandes pensadores relacionadas con el ejercicio de la función pública han adquirido categoría de sentencias infalibles, que al paso de los años han ido quedando como parte de las previsiones sobre la conducta de los dirigentes del Estado.
Si el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente, un martillazo dado por el historiador inglés Lord Acton, plantado como una especie de «doctrina sobre los excesos del poder», dejando a la posteridad una implícita advertencia sobre la necesidad de ser prudentes.
El Libertador Simón Bolívar advirtió que «el talento sin probidad es un azote», un pensamiento vinculado también al ejercicio del poder, donde—antes que en otras facetas de la vida—ser íntegro es una obligación.
En el curso de su apogeo, a la cúpula del Partido de la Liberación Dominicana se le señalaba como parte de una supuesta «corporación mafiosa», rechazado por ellos como una imputación calumniosa y una colectivización del infundio.
Algunos entendieron que se caía en una exageración producto de la natural disputa por desplazar al PLD de su principalía. En todo caso resultaba entendible que sus adversarios buscasen las vías más ligeras para disminuirle.
Pero no. La cúpula peledeísta se acostumbró al ejercicio del poder absoluto mediante el control de los instrumentos del Estado, ejerciendo una suerte de «posición dominante», si utilizamos una denominación propia del mercado.
Y fue entonces como ese «poder absoluto» propició que el PLD se corrompiera «absolutamente».
Un dirigente o un grupo de dirigentes pueden estar dotados de la más férrea formación moral, lo que en principio garantiza una conducta a prueba de tentaciones y de la aproximación al precio que tiene todo ser humano.
Sin embargo, al ingresar en la pesada atmósfera del control absoluto del poder se corre el riesgo de arrojar por la borda formación familiar, principios éticos, miedo al juicio de la historia, y, peor aún, miedo a ir a prisión.
El «poder absoluto» no solo lleva a la posibilidad de corromperse absolutamente conforme el señalamiento de Acton, sino que puede conducir—y lo hemos visto frecuentemente—a pesar que realmente «el poder es para usarlo y en política se hace lo que conviene».
Ese aberrante pragmatismo ha sido causante de muchas caídas políticas y de muchas desgracias personales con consecuencias irrecuperables y desenlaces muy lamentables. La Historia es más que elocuente.
¿Fue el PLD presa de ese estadio de superioridad incuestionable que le llevó a obtener seis victorias electorales seguidas, acumulando un poder absoluto?
La disección del cuerpo superior peledeísta abierto en la mesa del patólogo judicial va revelando la putrefacción de una estructura anatómico-política cuyos finales están lejos de adelantarse, pero que dejan claros los excesos del poder.
Nelsonencar10@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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