De más está que se diga que, en todos los países del mundo existe la «alta sociedad» y «la otra. Eso de agregarles «clase media» etcétera…es disparate.
¡Usted está jodio o no! Eso de «medio jodio» no aplica. Usted está o no está y punto.
Una nación, es el lugar común de residencia entre personas que gozan de la misma cultura, idioma, historia y tradiciones. Una república es una forma de gobierno en la que rige un presidente elegido por todos los ciudadanos que conforman…la nación ¿entendió!?.
Aquellos que elegimos en las altas posiciones del Estado, ¡ah! Esa no la expliqué, Estado, conjunto de los órganos del gobierno, o sea, los que componen las posiciones de mando para mantener «organizada y funcional» a la nación. Y «el papa upa de la matica» de estos es el presidente…
Bueno, eso estuvo algo ‘enredao’ de todas maneras y hacia donde hace rato estoy intentando dirigirme en este escrito, es que; nosotros, o sea, el pueblo, sacamos del anonimato a cualquier individuo de «esas» clases bajas, en donde estamos la mayoría, y lo colocamos en la Presidencia de la república de donde, automáticamente, salta a la «alta sociedad» y ya no quiere ni mirarnos…
También solemos elegir a esa «prestigiosa» posición a individuos de la alta sociedad, los cuales suelen descender a los tugurios prometiendo villas y castillas con tal de recibir el favor de nuestros votos para luego…verlos también desaparecer donde habita el olvido, como dice Joaquín Sabina.
La línea que marca a estas dos ciudades en una se puede apreciar diariamente en las noticias. Los hijos de «machepa», como decía el profesor Bosch, suelen morir amacheteados, baleados, accidentados y aparecer fugazmente en alguna línea de los medios.
Sus asesinos y agresores, por lo general se escabullirán en el tumulto de «su ciudad» donde suelen suceder cosas terribles y donde no existe «una justicia» como la que está al otro lado…en la «otra ciudad».
Para hablar más claro y sin tanta poesía, la justicia impartida por la nación que conforma la república solo se enfoca en «atender» los casos de la alta gama o clase privilegiada o «gente con clase»… de alcurnia.
Es por ello que los habitantes del «otro lado» dan lo que no tienen por ser parte de «la otra ciudad» más elegante y «pulcra» ya que allí, entienden ellos, estarán más protegidos ante las fatalidades de la vida.
Elegimos a un presidente para que nos dé un trato igualitario a todos. Para que nos ayude a crecer y derribar ese muro «elitista» que en nada beneficia a la nación.
Las costumbres, los detalles, la solidaridad que surge de un pueblo deben ser basados en el bienestar de todos y no de quienes «tengan más». Ejemplo del desastre al que esto lleva lo podemos ver en la «llamada república» de Haití.
Una clase privilegiada ha saqueado a ese pueblo, provocando el pánico y el desorden. Se han convertido en gitanos y apátridas errantes. La inseguridad termino por arroparlos a todos y ya ni los de la «alta sociedad» se sienten seguros.
Si una nación cambia sus costumbres hacia el caos y la injusticia, el viejo y lejano y salvaje oeste regresará a reinar en la ley del más fuerte, del más audaz y temerario.
Ya no solo seremos muertos por un roce vehicular, sino que «una simple mirada» podría convertirse en la última.
¿Por dónde empezamos a enderezar entuertos antes que sigamos sufriendo de tragedias «destacadas» y anónimas?
Los hombres del Estado y el presidente son los mayores responsables en aplicar medidas serias y efectivas que terminen con el desorden que da origen a actuaciones ligeras por parte de los ciudadanos civiles y militares.
Se educa primero a los responsables de cuidar, educar, conducir y proteger a la nación. De ese trato igualitario e indiscriminado se nutre y goza el pueblo y aprende a respetar a los demás.
La sangre, el dolor y el luto, pesa igual en la sala de mármol que en la de tierra.
Sin un Estado preocupado, la república se hace obsoleta. La nación podría adquirir costumbres dignas del hombre de las cavernas o quién sabe, a lo mejor se daría cuenta que la ciudad es solo una y que nunca estuvo separada. ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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