Se dice de una persona coherente, a aquella que en su forma de actuar va en consecuencia a su postura de «pensar». Lo cual es sumamente difícil, «una cosa es la que se dice y otra es la que se hace»…
Encontrarnos con este tipo de espécimen raro, es algo escaso, ya que es, prácticamente, una virtud adosada a pocos.
Una persona coherente no necesariamente es una persona que tenga la razón o sentido en lo que piensa y hace. Ejemplos hay miles para ilustrar, especialmente a través de la historia y de personas que han descollado en ella.
Pero en nuestro diario convivir nos rozamos con cientos de estos personajes que suelen decir que son «coherentes» cuando en verdad… ¡No los somos!, por supuesto, ¡que yo soy también parte del montón!
En realidad, ¡Todos pensamos que somos coherentes! Pero he ahí la «real realidad»… no lo somos. ¿Cuántas veces al día hablamos una cantidad de chochadas o cosas sin sentido? Vivimos hablando pendejadas que no sabemos de dónde las sacamos y seguramente las escuchamos de otro, que también las escuchó de otros y así nos vamos envolviendo de falsedades y diluvios epopéyicos…
Yo me atrevería a decir que el 90% de lo que «pensamos» saber no lo sabemos. Que somos una bandada de especuladores que «sobrevivimos» ante la ignorancia que nos ocupa a casi todos.
¿Imagínense ustedes cuantas historias, sin confirmar, hemos creado buscando darle un «origen» a nuestra presencia en el mundo? ¿Cuántas teorías no hemos escuchado? Los textos de historia no son dignos de veracidad, ya que fueron escritos por individuos que seguro favorecían a, x o z razón.
Cuando uno se lee a Josefo, quien dice que «estuvo» en los tiempos de Jesucristo, uno no sabe si creerle o no, puesto que fue judío, pero de repente se pasa al bando de los romanos en claro oportunismo por su vida y su bienestar económico. Encima, apenas menciona a «un tal Jesús» en un párrafo de apenas tres líneas…
Ejemplos, como ya dije, son miles, pero en realidad son millones, ya que vivimos en una «dualidad», un sueño, una esfera, un mundo que se nos hace cuesta arriba, encontrarle sentido a una bola gigante dando vueltas en un espacio negro e interminable.
¿Cómo podríamos ser coherentes si llevamos insertada la «chispa» de la supervivencia? ¿Si andamos llevando la vida colgada de un hilo? ¿Si el instinto nos controla inconscientemente? Además, eso de andar tan «rígidamente» no es tan divertido en un mundo de gente perdida buscando distraerse un tanto de los infortunios de vivir.
Podría «sugerir» que existen «ciertas personas» «que intentan» llevar una vida de coherencias. Personas que, efectivamente, hacen lo que piensan. Son individuos, que de una u otra forma, son apreciados, así no estemos de acuerdo en su pensar.
Dentro de toda esa gama de coherencias, la más apreciada, diría yo, es aquella en la que la «individua» o individuo, intentan ser personas formales y cumplidoras. Puntuales, educados, gozan de sensibilidad social, es decir, confrontan las injusticias. Se preocupan por el medio ambiente y la fauna en general y están dispuestos a fajarse por cualquiera, así no los conozca, con tal de evitar un atropello.
Para finalizar, me gustaría dejar un ejemplo de nuestra incoherencia generalizada y atroz. Diariamente, saludamos a los demás en un gesto de cariño humano, pero somos tan descarados que nos atrevemos a preguntarles ¿Cómo estás? Independientemente de la respuesta, nuestra actuación será incoherente.
Todos pasamos de todo en la tierra, y constantemente tenemos situaciones dramáticas a las que afrontar. Cuando alguien nos pregunta. ¿Cómo estamos? Y les solemos decir del aprieto presente, esta persona, seguro nos dirá unas palabritas de aliento, pero no nos echará a su espalda para ir a resolver el problema.
Es probable que si el asunto es de muerte se quede un ratito más a consolarnos, pero si el asunto es económico, tratará de zafarse en cuestión de segundos. Ni siquiera la familia o los «súper» amigos demostrarán que tan coherentes fueron sus palabras con los hechos.
Ya están avisados. La coherencia es un asunto raro y de un valor inestimable si se usa entre valores éticos y de consciencia social. No es asunto común en la política, pero siempre hay uno que rompe con los estigmas. Yo continuo en mi proceso de intentar ser coherente, aunque todavía les debo a unos cuantos y evito encontrármelos en la calle… por lo menos hasta que pueda cumplirles y «demostrarles» que soy una persona «coherente» en hechos y dichos. ¡Salud!. Mínimo Incoherente.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).
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