Por Roberto Valenzuela
Para discernir la razón subyacente de las intervenciones estadounidenses en las naciones que componen su «patio trasero», resulta imperativo remontarse a los albores de la Doctrina Monroe, concebida por el presidente James Monroe en el año 1823.
Este fundamento doctrinal planteaba con firmeza la premisa de que el continente americano debía ser preservado para los propios países americanos, excluyendo así cualquier injerencia de potencias extranjeras. Esta noción, desde entonces, ha fungido como la piedra angular de la política exterior estadounidense, cimentando un principio de autodeterminación y resguardo de sus intereses en la región.
Es de relevancia destacar que, en ocasiones, los críticos han hecho uso del término «patio trasero» para aludir a los países americanos, denotando una cierta connotación peyorativa que insinúa una actitud desdeñosa por parte de Estados Unidos hacia sus vecinos en el continente americano. Esta percepción ha influido en la percepción de algunas naciones respecto a la influencia y acciones estadounidenses en la región, tejiendo un matiz complejo en las relaciones diplomáticas y geopolíticas a lo largo de la historia.
Líderes revolucionarios como Simón Bolívar (Venezuela), Ernesto «Che» Guevara (Argentina), Fidel Castro (Cuba), Salvador Allende (Chile), Hugo Chávez (Venezuela), y Omar Torrijos (Panamá) levantan su voz contra la noción de Estados Unidos de que todos los pueblos del continente deben ser sus subordinados.
Estos líderes defienden el derecho de cada país a comerciar con naciones de todo el mundo y critican la parte opaca y abusiva de la Doctrina Monroe.
El ilustre presidente de México, Venustiano Carranza, emitió sus ponderadas reflexiones sobre la Doctrina, enfatizando su concepción como un protectorado arbitrario impuesto, carente del genuino consentimiento de los pueblos que yacían bajo su ámbito. Esgrimió con claridad que tales designios no eran solicitados ni requeridos por estas naciones.
Con sagacidad, Carranza advirtió que la Doctrina carecía de recíprocas consideraciones, manifestándose injusta en su aplicabilidad singular a las repúblicas americanas. Propugnó con vehemencia que, de ser justa, esta doctrina debía extenderse al globo entero, en una equitativa aplicación universal. De lo contrario, se erigiría en una tutela desmedida sobre Latinoamérica, contradiciendo los principios de igualdad y autonomía.
Este notable estadista, partícipe activo en la gesta de la Revolución Mexicana, posteriormente ascendido a la presidencia de la República Mexicana entre los años 1917 y 1920, dejó su huella en la historia con estas perspicaces reflexiones, enalteciendo la soberanía y el principio de equidad en las relaciones internacionales.
La Doctrina Monroe, en su esencia, conlleva la justificación de intervenciones estadounidenses en las naciones latinoamericanas, estableciendo como motivo preponderante la expulsión de potencias extranjeras que pudieran entablar relaciones comerciales o diplomáticas con países como República Dominicana, Puerto Rico, Cuba o Haití.
Un notable ejemplo se percibe en la Segunda República Dominicana (1916-1924), cuando Estados Unidos, percibiendo amenazas en las relaciones comerciales con Alemania, España, Inglaterra y Francia, optó por la intervención directa. Este acto militar permitió la instauración de empresarios estadounidenses, quienes establecieron ingenios, entidades bancarias e industrias en el territorio dominicano. Tras su retiro, la preservación de sus intereses llevó a la imposición de Rafael Leónidas Trujillo Molina como dictador, garantizando la protección de las inversiones foráneas.
Asimismo, se evidencia un episodio durante la presidencia de Juan Bosch en 1963, momento en el cual la intención de nacionalizar empresas y establecer acuerdos comerciales con otras naciones fue interpretada por Estados Unidos como una amenaza, infundiendo temores de un posible auge comunista.
En este contexto, Bosch fue derrocado, justificando esta acción bajo el pretexto de contrarrestar la amenaza ideológica, aunque apenas llevaba siete meses en el poder.
En síntesis, cada intervención de Estados Unidos en República Dominicana y otras latitudes encuentra sus raíces en intereses económicos sólidamente respaldados por la Doctrina Monroe, perpetuando un ciclo histórico de injerencias con repercusiones de índole política y socioeconómica.
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