A Pleno Sol
Mueve a profunda reflexión sobre la convivencia mundial, los actos de protesta y violencia de los últimos días en los Estados Unidos. Un mundo dividido por castas económicas, el color de la piel, las ideas, en fin, la lucha de clase en ebullición.
El derecho a la vida, a la paz y a la felicidad, han sido de las jornadas de lucha eterna de la humanidad, y siglo tras siglo se impone la barbarie, el poder del más fuerte, y las ideas son silenciadas, en la guillotina, en la horca o en la fogata.
Pero el hombre sigue luchando por un estado de igualdad, de respeto, de integración. Muchos caen en esa lucha, pero otros toman la antorcha y siguen adelante. Nunca se ahogará la esperanza de vivir en libertad y en respeto a la dignidad humana.
La declaración Universal de los Derechos Humanos siempre fue letra muerta. Ninguna de las naciones firmantes lo cumplió. Sobre ese pergamino florecieron las dictaduras y se mantuvo el colonialismo y la segregación.
Pero es una esperanza de que se mantenga la lucha por la libertad, a pesar de la barbarie. «La libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana;
Más que líneas sueltas, es una sentencia contra los déspotas y los que se extralimitan en el poder: «El desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias;
¿Se cumplirá este enunciado de la convivencia civilizada?. Algún día, pero queda mucho terreno de lucha?: «Es esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión»;
En su momento de mayor gloria, acabando de triunfar sobre las fuerzas interventoras, un 15 de julio de 1867, Don Benito, que no necesita apellido, pero si usted quiere le pone el Juárez, dio muestras de humildad y pronunció su frase que se ha convertido en una consigna para la paz de toda la humanidad.
Entraba triunfante en la Ciudad de México, tras la derrota y fusilamiento de Maximiliano I de México, y todavía en la gloria y el poder que dan las armas comprendió que no es la violencia que acerca a los humanos, sino la concertación, la hermandad, el desterrar el odio.
Hoy su pensamiento está presente: «Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz». ¡Ay!, se me acabó la tinta.
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