El doctor Arnaldo Espaillat Cabral, maestro de la medicina, se ha valido de esta columna para lanzar una advertencia. Considera que al levantar la cuarentena, es grande el peligro para el contagio del coronavirus y éste “hará estragos”, pues el cese del aislamiento no conlleva el fin del peligro de ser afectado por el virus que produce la covid-19.
La gente saldrá con euforia a las calles, buscarán salones de belleza, llenarán colmadones y tiendas, formarán grupos y molotes, todo lo cual será igual facilitará nuevos contagios. El fundador del Instituto Espaillat Cabral aconseja observar cuidado, vigilar la familia y no irse a la vía pública como quien va al río con toda la sed.
Se entiende que la crisis sanitaria repercute como apuros de la economía. Los pequeños negocios están acogotados por la falta de ingresos, y, en consecuencia, muchas familias carecen de los recursos esenciales para el sustento. Para ellos resulta urgente la reactivación. El peligro –reitero- está en que muchos salgan sin observar reglas.
Nos falta educación y disciplina para el discernimiento correcto frente a hechos que interesan a la colectividad, es que priorizamos la banalidad sobre la racionalidad. El silencio nos provoca desazón porque no hemos aprendido a sacar provecho de él. No siempre se puede “bailar en la calle de noche y bailar en la calle de día”.
El Gobierno extenderá por unos días el estado de excepción y la cuarentena. Todavía no estamos aptos para entender que el bien colectivo debe predominar, incluso, sobre el particular. Desde luego, no somos japoneses, una sociedad caracterizada por el predominio del orden ciudadano, producto de la educación.
El fin del confinamiento es oportuno para que el pueblo dominicano muestre la porción que guarda del buen sentido, o buen juicio, sin cuarentena obligatoria controlar nuestros sentidos, demostrar mesura, control de nuestros actos y nuestra voluntad y en cuanto al coronavirus recordar que aún no ha finalizado el peligro.
Tiempo habrá para el gozo y la algarabía. Por ahora, procede evitar bebederas colectivas, no colmadones, no los bebederos denominados “drink”. Improcedentes son los espectáculos masivos, deportivos, musicales o religiosos. Estas reflexiones van sobre todo para cuando cese la cuarentena, que se irá con mayo.
Tiempo habrá para expandir nuestras alegrías. Hemos de ampliar la Navidad, iniciando en noviembre, contando con que ya el virus nos haya dejado y que la economía familiar se habrá resarcido de los efectos de la cuarentena y la merma de los ingresos. Hasta ahora, el coronavirus es un peligro real, el único peor que el moradovirus.
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