A Pleno Sol
La Semana Santa siempre es un tiempo propicio a la meditación. Desde luego que en los últimos años las fiestas mundanas, el ron y el sexo desbordado compiten con el fervor religioso. Parecería que a una parte de la población le interesa más la diversión que pasar revista a cómo va el discurrir de la existencia.
Por diferentes razones en la Semana Santa hay tiempo para pasar revista. No hay docencia en las escuelas ni en las universidades, el trabajo normal se suspende por varios días. El músculo para algunos descansa, y las ideas deben pasar a entrar al equilibrio de las realidades.
Hoy el mundo es más excluyente que nunca. En las sociedades del tercer mundo la lucha a diario es por la subsistencia. Los cuadros estadísticos de las Naciones Unidas reseñan que hay más hambre, miseria y desamparo que nunca.
En la era de la tecnología y de las riquezas globales, la marginalidad somete entre sus garras a millones de personas. Para muchos es letra muerta el Sermón de la Montaña, donde se habla de la igualdad, de la solidaridad, de la esperanzas para el futuro.
Pero también están en el olvido de los viejos libros de textos los principios básicos de la revolución francesa de igualdad, solidaridad y fraternidad. El respeto a los derechos humanos en las naciones pobres no pasa de ser un anhelo inalcanzable.
En la República Dominicana la brecha social se ahonda cada día más. La demagogia de los políticos presenta paquetes de esperanzas que únicamente buscan el favor en los torneos electorales. Los cambios trascendentales que necesita la sociedad dominicana, hoy están más lejos que nunca.
Con la emigración masiva a las ciudades, en especial a Santo Domingo y Santiago, el área rural dejó de ser una fuente decisoria en la marcha hacia el desarrollo. Hoy hasta se olvidó el viejo estribillo de que la tierra es de quien la trabaja. Un grito de batalla de Emiliano Zapata que ni siquiera en México se cumplió.
La sociedad de hoy reclama cambios urgentes, los cuales son posibles de hacer por vía institucional, sin necesidad de estallidos de violencia. La tapa de la olla de la ebullición social hay que levantarla, para evitar la explosión. Hay que retornar las esperanzas a los irredentos, y hacerles ver las posibilidades de que puedan lograr metas de superación.
Ahora más que nunca se necesita la solidaridad y el diálogo para encontrar soluciones a los males dominicanos. Concertación en la diversidad y el libre intercambio de las ideas. Difícil lograr unificaciones en horas de crisis, pero se tiene que hacer el intento y el sacrificio, si se quiere el desarrollo nacional. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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