La Conferencia del Episcopado Dominicano vuelve a insistir en el llamado al liderazgo político a poner el oído y corazón en el pueblo dominicano que clama por la solución de tantos males sociales, como la corrupción, el auge de la delincuencia, la violencia y la pobreza extrema, entre otros.
El pronunciamiento del máximo organismo jerárquico de la Iglesia católica en República Dominicano es una desesperada alerta que ha estado proclamando hace décadas y nadie le hace caso, pues cada día esos males sociales enunciados cobran más fuerza dejando al borde de la extinción a una sociedad que ya merece ser rescatada del caos, la indiferencia y la anarquía que promueven algunos de sus habitantes.
Esa preocupación, que es compartida por los ciudadanos más conscientes, la reeditaron los obispos católicos en el marco de la celebración del Día de la Virgen de la Altagracia, a la que se atribuye ser la protectora del pueblo dominicano.
En ese contexto, además, los obispos expresaron su inquietud por los actos de violencia e inseguridad que persisten en el territorio nacional.
El escenario eclesiástico fue escogido para arrojar sobre la mesa aspectos demoledores que nos afectan, como la mala convivencia y desconfianza que se refleja en los ciudadanos productos de los actos sangrientos; atropellos a la dignidad de nuestra gente; los actos violentos que siembran desgracia, dolor, luto, odio, venganza y también desconfianza entre todos.
En ese contexto, el arzobispo de la Arquidiócesis de la ciudad de Santiago de los Caballeros, monseñor Freddy Antonio Bretón, formuló una petición para que la población no abandone sus valores y buenos ejemplos que le han dado a la nación dominicana fama en el mundo por ser acogedora, solidaria y calurosa.
Dijo que la iglesia, en sentido general, debe de estar en contra de la corrupción o de lo contrario se traiciona a sí misma y deja de ser iglesia para convertirse en un ventorrillo.
“Debe de respetarse (la iglesia), debe de promoverse lo que promueve Cristo y lo que promueve Cristo es el bien, todo aquel que lo haga así, va acorde con él”, exclamó el sacerdote mostrando un tono enérgico.
Haciendo uso de su bien depurada retórica, el padre Bretón indicó que tendríamos un mejor país si todos los políticos se alejaran de la corrupción y fueran más honestos.
El mensaje fue esparcido como una daga filosa que busca un cuerpo enfermo para curarlo. El mitrado precisó que en este año pre electoral “los políticos deben hacer uso de la honestidad porque lo importante es que los candidatos busquen el bien común y no los políticos que están en campaña para figurear (exhibirse) o en muchos casos para llenarse los bolsillos sin importar caiga quien caiga”.
“Ustedes se imaginan, que la campaña política de este país, no miraran al bolsillo y al interés personal, sino al deseo y a la superación y al bienestar de todo el pueblo dominicano, qué diferente sería, caminar al estilo de Cristo”, manifestó.
Son expresiones reiterativas que al parecer no calan en aquellos que escogen la carrera política como profesión con fines voraces y deshonestos, que viven de la ignorancia de los electores que son llevados a las urnas como ganados a base de mentiras codificadas con malicias y promesas que pocas veces cumplen cuando llegar al poder gubernamental.
Yo diría que el mensaje de los obispos va dirigido “a quien le silva el traje”, como dice un viejo refrán, porque hay políticos honestos y bien intencionados, con buenas fortunas, que no necesitan robar fondos estatales.
Pero resulta que ese bien intencionado mensaje sobre la honestidad, al parecer, siempre es ignorado y lo demuestran las repeticiones de fenómenos sociales, como la corrupción administrativa. citados en el primer párrafo de este artículo. A manera de ilustración, tenemos varios casos pendientes de juicios penales en nuestros tribunales contra ex funcionarios y allegados a éstos acusados de cometer fraudes millonarios en perjuicio del fisco.
No es la primera vez que los obispos de las diferentes iglesias apelan a la conciencia de los ciudadanos para que ayuden a erradicar ese flagelo social, además combatir el auge de la delincuencia, la violencia, la pobreza extrema, propugnar para que se imparta una justicia igualitaria y de la riqueza.
Sin embargo, todo sigue igual. Significa que el mensaje entra por un oído y sale por el otro. Mientras, nuestra sociedad va en caída estrepitosa, descomponiéndose como cadáveres.
Viendo la reiterada postura de los obispos me llega a la mente la figura de Antonio de Montesino, un misionero y fraile español cuya olvidada efigie aún luce imponente e ignorada en el malecón de Santo Domingo implorando a todo pulmón justicia para los pobres.
Hay que respaldar sin reservas las proclamas de los sacerdotes porque todo tiene solución. Algún día los malos, los depredadores insaciables y repugnantes, dejarán de existir porque nada es eterno en el mundo.
Esperanzados estamos de que podría llegar el momento en que surgirían nuevas generaciones con conciencias que ayuden a frenar la acelerada desintegración de nuestra sociedad. Naturalmente, es un sueño y soñar es libre y algunos sueños se convierten en realidad. Lo importante es abogar por la sustitución de las cosas malas que nos agobian. Me refiero al “qui pro quo”.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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