Julia Kreuz/MLB.com
Hay un lugar en el clubhouse de los Azulejos que es conocido por el buen ambiente que suele haber allí. Un cómodo sofá está estratégicamente ubicado al frente de dos casilleros con dos de los nombres más grandes del equipo, haciendo las veces de oasis de simplicidad y relajación incluso en medio de los complicados momentos que ha pasado el equipo este año,
Es ahí donde usted va a encontrar muchas veces a Vladimir Guerrero Jr. y a Teóscar Hernández..
Gracias a la suerte o por decisión de ellos mismos, el par de estrellas dominicanas ha encontrado un pedazo de su país, de sus hogares, en el otro. Eso ha demostrado ser particularmente valioso en una campaña llena de alegrías y frustraciones, lesiones y baches, hits decisivos y derrotas descorazonadoras para un equipo decidido a regresar a la postemporada.
“La clave de todo es el respeto”, dijo Guerrero sentado en su locker del Rogers Centre. “Yo siento como si él fuera parte de mi familia. Es como mi hermano mayor”.
El béisbol fue el punto de partida para que se creara ese lazo fraterno, pero la confianza lo convirtió en algo que va más allá de eso. Desde sus primeros días en la organización de los Azulejos, allá en el 2017 cuando fue cambiado desde los Astros, Hernández sintió una afinidad hacia el hijo del miembro del Salón de la Fama.
Había cosas en común por su país de origin y del idioma. E incluso aunque Hernández es siete años mayor y creció en una realidad bien distinta, desde el primer día estabaa claro que compartían muchos valores.
“Es como si nacimos para tener esta amistad”, dijo Hernández. “Desde el primer momento que lo conocí, sabía que íbamos a tener una buena relación. Y de ahí ha seguido mejorando con el tiempo”.
Hernández no creció con los mismos niveles de comodidad que Guerrero, quien compartió el tiempo entre Dominicana, los Estados Unidos y Canadá al ser el hijo de uno de los jugadores de Grandes Ligas más exitosos de su generación. En vez de eso, el jugador de 30 años, nativo de Cotuí, tuvo que fajarse para poder ser firmado por los Astros y finalmente encontró su hogar en los Azulejos en el 2018, justo antes de que Guerrero hiciera su debut en las Mayores siendo uno de los prospectos más promocionados de la década.
Sin embargo, gracias al amor al béisbol, el aprecio de la familia y esas personalidades alegres tan similares, la amistad creció. Cada uno tenía mucho que aprender del otro.
“Él ha sido rico desde que nació”, apuntó Hernández sobre Guerrero. “Y aun así, nada lo hace más feliz que estar con sus amigos, sus compañeros y su familia”.
Esa alegría es ahora parte integral de los Azulejos.
Goodnight, #BlueJays fans 💙
Let’s sWWWeep tomorrow! pic.twitter.com/RY4UkbQQHO
— Toronto Blue Jays (@BlueJays) August 31, 2022
Los casilleros de Guerrero y Hernández – naturalmente uno al lado del otro en el clubhouse del equipo — son una clase de epicentro para cualquier otro compañero que busque apoyo o simplemente un momento de distracción. La dinámica evolucionó orgánicamente y encaja bien con sus personalidades.
Todos en la organización valoran la atracción hacia dos de sus mayores estrellas, especialmente durante los rigores de una inconsistente temporada del 2022.
“Hacemos esto todos los días y puede ponerse algo monótono”, declaró el manager interino de los Azulejos, John Schneider. “Y el contar con la consistencia de esos muchachos es muy importante. Son jugadores muy buenos y también lo son como personas”.
Definitivamente, habría sido un año más difícil si no hubieran podido contar uno del otro.
Cuando Guerrero pasó por lo que fue para algunos una de las mayores sequías en su carrera en las Mayores durante mayo — menos de un año después de pegar 48 jonrones y terminar de segundo en las votaciones para JMV de la Liga Americana — Hernández estuvo a su lado para ser su confidente. Y fue así de parte de Guerrero, cuando Hernández estuvo fuera por 21 partidos debido a una dolencia en un músculo oblicuo y pasó por momentos difíciles en el plato después de ganar dos Bates de Platas consecutivos en los últimos dos años.
Día tras día, se ayudaron uno al otro para volver a descubrir su amor por el deporte del bate y la bola.
“Este juego te castigará, así que se trata de la gente con la que te rodeas; ellos son los que te dan todo el apoyo”, explicó Schneider. “Cuentas con esa gente, con los que expresas tus frustraciones, con los que compartes risas o lágrimas”.
Las amistades del clubhouse no son necesariamente únicas, especialmente durante un largo y agitado calendario de MLB. La mayoría de los jugadores pasa más tiempo con sus compañeros de equipo que con sus propias familias durante la campaña, lo cual crea una base para fuertes uniones y amistades para toda la vida.
Pero si algunos de esos compañeros tienen suerte, una amistad del clubhouse puede convertirse en un asunto familiar.
“El año pasado fui a visitarlo a Bonao, donde vive, en Maimón”, dijo Guerrero sobre Hernández. “Juntamos las familias de ambos y ahora simplemente es una gran familia. Ni se sabe quién es de la mía y quién es de la de él”.
Guerrero ha aprendido bastante al ver el lado de hombre de familia de Hernández, quien actualmente está en la lista de paternidad tras el nacimiento de su tercer hijo.
“Es un buen padre y esposo”, indicó Guerrero sobre Hernández. “Siempre está ahí para su familia. Y eso, gracias a Dios, es algo que me ha enseñado”.
Hay un pedazo de la isla — que siempre tiene su puerta abierta — en el clubhouse de los Azulejos.
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Julia Kreuz es reportera/editora de MLB.com.
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