Nadie puede imaginar qué podrá ocurrírsele mañana, pues cada ocurrencia nueva siempre supera en inventiva a las anteriores. Acumula una abultada colección de decires que al parecer poco esfuerzo le cuestan y le han resultado muy útiles para superar el tedio al que la podría arrastrar la inacción durante los últimos veintidós meses.
Ejerció el gobierno durante 16 años consecutivos más otros cuatro en los que actuó en rol de menor relevancia. Hasta agosto de 2020, todo lo vio promisorio, luminoso, aromático, pero de repente, con la brusca caída que sufriera ese mismo año, el mundo se le ha vuelto pedestre, oscuro, pútrido. Trauma severo.
“Hay golpes en la vida tan fuertes…yo no sé”. Así empieza el poema “Los heraldos negros”, de César Vallejo. Los médicos, sobre todo neurólogos, atribuyen ciertos comportamientos y expresiones humanas a traumas físicos sufridos por la persona que los padece. También los desplomes morales generan acciones desatinadas.
En ella, la dislocación se manifiesta con exagerado flujo verbal, y como todo lo ve oscuro, confunde el objeto de su discurso y atribuye a un actor los roles de otros. El presidente Luis Abinader es el fin primero y último de sus saetas, las cuales dispara con la displicencia de un ser que ha extraviado la conciencia.
Un día declara que “el señor Abinader” tiene abandonada la educación. Con frecuencia olvida que Luis Abinader es el Presidente y se refiere al mandatario como ”el señor Abinader”.
Quizá en las brumas de su mente aparezca la figura del “penco candidato” ocupando el trono presidencial. Para ella, el actual es “El gobierno de las relaciones públicas…”
Esa opinión me hace recordar a mi amigo Rodríguez Marchena, un mago de las relaciones públicas que logró apartar a su Presidente del contacto con la prensa y durante ocho años, toda información llegó a los periodistas aderezada y digerida. Solo la prensa oficial captó fotos y videos de los brinquitos del presidente Medina.
A ella le preocupan muchos males: el abandono de la producción agrícola, la arraigada pobreza que padecen los dominicanos. Tanta es nuestra hambre, que, según su análisis, República Dominicana se ve como el segundo país con mayor subalimentación de la región, solo superado por Haití. Para colmo, cunde el desempleo.
Aunque ella no lo crea, me duele su dolor, pues ahora es cuando se percata de cómo dejaron las cosas sus dieciséis años de gobierno. Qué destino, Margó. Repito a Vallejo: “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! /Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido”.
rafaelperaltar@gmail.com
(El autor es escritor y periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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