El clientelismo en la partidocracia tradicional es endémico, crónico e impenitente. No hay manera que ella se despoje de él: ni las tragedias humanas la disuaden. Forma parte de su alma retorcida, como eso de explotar las necesidades populares y ser favorecida por la manipulación mediática.
Los grandes negocios capitalistas y la política como negocio ya no respetan ni las primeras planas de los diarios, periódicamente tapadas por portadas falsas; ni la ética profesional en programas de opinión, noticieros y show periodísticos… acogidos por medios estatales y privados.
Estas malas prácticas mutan según las circunstancias, cambian de formas y se adecúan a las crisis que ellos mismos contribuyen a crear. Sus protagonistas exhiben una singular capacidad camaleónica y hasta abrazan la filantropía. Pasan de las bancas de apuestas a la política. Saltan de comprar cédulas, votos y partiduchos sumisos, o de ofertar cuotas electorales, nóminas abultadas y nominillas perversas…. a ejercer la caridad publicitada; sobre todo cuando fenómenos naturales devienen en tragedias sociales a consecuencia de sus desgobiernos corruptos y neoliberales.
Necesitan que vengan huracanes, terremotos, epidemias y pandemias… para entonces volverse generosos (repartiendo boronas, o “chinchines” de sus fortunas, ya robadas, ya producto de saqueos y sobre-explotación.
Los virus -sobre todo los que son manipulados para desatar las guerras biológicas a cargo del imperio- los sensibilizan de sopetón; pero sin separarse ni un milímetro de las ambiciones electorales e intereses a que están atados, ni de las poses mesiánicas propias de cultores de un autoritarismo proverbial.
Los hay presidentes, socios de oligarcas, que llenaron el Estado de prácticas delincuenciales, y ahora se disfrazan de estadistas compungidos. Los hay ex-presidentes que hicieron las veces de agentes de la recolonización neoliberal e ideólogos del sistema de corrupción e impunidad, y se han tornado en pastores del buen camino: es el caso de Leonel; y hay candidatos presidenciales, copartícipes de esas inconductas, que el COVID-19 los ha llevado convertirse a filántropos plenos de hipocresía: son los casos de Gonzalo y Abinader.
Finalmente, prefiero no referirme a un economista, que frente a este cuadro decidió calificar de “indecente” criticar las medidas de Danilo respaldadas por Leonel y CONEP; mientras el PRM pide que el PLD le dé cabida en su gobierno, en tanto los comicios de mayo podrían posponerse y el oficialismo quedarse solito «maniyando» la tragedia coronada. Definitivamente es preferible tal acusación de “indecencia”, a sumarse a la defensa de la indecencia hecha poder o a co-gobernar con ella.
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