Roberto Valenzuela
De los políticos y escritores dominicanos es el presidente Joaquín Balaguer el más misterioso: Decía una cosa en sus obras y hacía otra absolutamente opuesta. En su libro «Historia de la Literatura Dominicana» se burla y critica con ironía al conquistador de la isla Cristóbal Colón. Pero le construyó el Faro a Colón para que sea venerado mientras vida tenga el pueblo dominicano.
Pocos escritores, como Balaguer, critican la anexión a España y narran la crudeza de como Santana persiguió a Antonio Duvergé, María Trinidad Sánchez y demás patriotas. Pero ordenó que los restos de Santana fuesen llevados al Panteón Nacional, justo al lado de Trinidad Sánchez. Como ejemplo sarcástico de maldad santanista, la ilustre dama fue fusilada el 27 de febrero de 1845, al cumplirse el primer año de la independencia que ella ayudó a forjar.
Balaguer escribió un libro, «El Centinela de la Frontera», dedicado exclusivamente a inmortalizar a Duvergé (héroe de la Batalla 19 de Marzo) y a empequeñecer la figura histórica de Santana. Sostiene que Santana era un resentido que desde un primer momento tenía envidia del liderazgo militar de Duvergé, haciéndole todos tipos de maldades: Hasta confinarlo en El Seibo, para mantener una vigilancia constante sobre él.
Narra que cuando el presidente seibano ordenó el fusilamiento de Duvergé y su hijo, el héroe tuvo un último deseo: Que ejecutaran primero a su hijo, el capitán Alcides, para que no pasara por la pena de ver morir a su padre.
Cuando vio caer a su hijo, con lágrimas en los ojos se colocó frente al pelotón de fusilamiento. Esto fue en el cementerio de El Seibo.
El decreto de muerte abarcaba al hijo adolescente de Duvergé, Daniel, pero con la reserva que la condena fuese cumplida cuando alcanzare la mayoría de edad, 21 años.
«Tan pronto los fusiles cesaron, y cuando todavía los cadáveres brotaban sangre, se presentó al lugar Santana para verificar el cumplimiento de su orden, y al acercarse al del general Duvergé, bajó impulsivamente de su montura para dar un puntapié a su cadáver», apunta Balaguer.
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