El instinto, quizás sea una de las cualidades más insospechadas y misteriosas de las que solemos gozar los «seres vivos’ que habitamos el planeta.
Por un lado, se dice que, «es una conducta inconsciente e insertada genéticamente entre las distintas especies y que nos hacen actuar de X manera…»
Por el otro lado, se dice que: «el hambre, la sed, el sexo y el sueño son los instintos primarios de los que gozan los seres humanos, con la agregada «particularidad» de que, además, gozamos de una «perspicacia» que nos hace «justificar o negar» una verdad o una mentira.
Siempre me ha llamado la atención, y creo ya lo mencione en alguno de estos «chillidos» que suelo escribir, como los recién nacidos gatitos se dejan ver de los humanos cosa que no hacen los ratones.
Por cierto, ¿han visto el instinto saltador de los gatos? Cuando se asustan dan un brinco como si fueran a salir volando ¿será que descienden de las aves? Digo por aquello de «lo genéticamente insertado»…
Los ratones son los campeones a la hora de sacar su instinto. Si te atreves a acorralar a alguno veras como te saca los genes de león guardados y hasta se te paran en dos patas, a la verdad que son afrentao!.
Los humanos, solemos confundir el instinto con «el presentimiento» y lo exageramos tanto que lo llevamos al límite donde en realidad se encuentra este.
Un buen ejemplo de esto lo estamos viviendo desde el 2019. Con el susodicho virus del COVID. La cantidad de recetas, para evitarlo o para curarse, han matado más gente, probablemente, que el mismo virus.
La otra causa de muertes, además de las dos mencionadas y quizás la más efectiva, es la histeria general que provoca ataques de pánico y que «el instinto» no puede contener.
El instinto al ver que su función no responde a este imprevisto evento, se le mete «un virus virtual», que no es el COVID real y entra en modo de «shock» y cae en un papatu mortal, que en las guerras suelen llamar «daños colaterales» es decir, a esos que no tenían que estar donde estaban…
Poco a poco, la gente va recobrando «la normalidad» y el instinto le dice; «te vas a morir igual con COVID o sin él» y es cuando sale a relucir «la conducta inconsciente» que mencionaba al principio.
Salen enmascarados de pies a cabeza, llegan al lugar previsto y después de estar allí un ratito se van quitando el disfraz y terminan dándole besitos a todos…
Al final llegan a su casa, se acuestan con síntomas imaginarios mientras van repasando los lugares y las caras de todos los posibles «culpables» de haberlos infectados.
Aquí entra «la otra» parte del instinto, donde el sexo se convierte en el ratón acorralado y desata todas sus lujurias y «!que se jodan to!» …los que brinquen como gatos se libraran…
¡Total! También gozamos de «esa» parte oscura del instinto que nos hace «negar y justificar» la verdad o la mentira.
El punto al final es que, confundir al instinto con el presentimiento no es más que, mezclar «lo humano» con lo esotérico. Lo que se siente, con lo que se especula. Lo que inconscientemente nos hace dar un paso adelante o atrás con lo que «conscientemente» nos hace «crear» una realidad incierta.
El presentimiento no es el instinto. El instinto no especula ve y nos carga de adrenalina haciéndonos capaces de hacer cosas inimaginables. El presentimiento muchas veces se equivoca porque surge de un «razonamiento»…» humano».
La última vez que el instinto me hizo brincar como un gato fue cuando se me metió aquel gigante cocodrilo a la habitación de mi estudio anterior. Estuve dos días sobre la barbacoa mientras el cocodrilo me esperaba pacientemente.
Tengo que agradecerle a aquel ratón, que yo «presentía» dormía debajo de mi cama, que no resistió el hambre y el instinto lo hizo salir en dos patas rugiendo como un león. Nunca he visto a un cocodrilo correr tan rápido. ¡La verdad que todos somos unos pendejos cuando aflora el instinto!. ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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