Un Pleno Sol
En la pastoral de La Altagracia, la Iglesia Católica dio una demostración de que tiene amplias preocupaciones por los sectores más desamparados, y que está atenta a los graves problemas que enfrentan al día de hoy hombres y mujeres en medio de un mundo convulso.
Al mismo tiempo dio una exhibición de la más fina teología, levantando la figura de José´, que es un personaje casi olvidado del evangelio, y que en las pocas ocasiones que se le menciona es para presentarlo como el padre de Jesús, y el esposo de María.
Salvo su silencio y su figura discreta, José se presenta ligeramente en el accionar que tiene la divulgación del mensaje cristiano. La pastoral de la Iglesia Católica lo saca de ese segundo plano y lo presenta en línea de acción. Un gran trabajo en el aspecto de la religiosidad, cuando se hace esa semblanza de José.
La Iglesia tiene que adelantar sus pasos para conquistar terreno perdido. Sus propias convulsiones internas le han alejado de los sectores que la deberían tener como la primera y la última esperanza. Pero a veces no es así, el hombre necesita pan, ideología, recarga espiritual, y capacidad de lucha para hacer frente a las injusticias.
Para sintonizar con el pueblo llano, donde está el desarrapado que solo hospeda la esperanza de una mejor vida, los religiosos tienen que dar un paso adelante, y ser vanguardia, antes que agentes ocultos en la marcha de procesos sociales que se darán con o sin su consentimiento.
Los católicos dominicanos no pueden pensar únicamente en iglesias remodeladas, en salones perfumados, sino que se tienen que integrar a la vida diaria, desde el más humilde hasta el más encumbrado de la sociedad. Pero sobre todo, tiene que ser uno de los redentores de la humanidad que sufre y padece en la eterna división de clases.
El mensaje de la Pastoral de La Altagracia fue positivo. Trató a fondo muchos de los problemas que laceran a la sociedad dominicana. No puso el dedo sobre los culpables, pero si presentó los hechos, y eso es algo. Hay deseos de cambios en el mundo, mientras sectores atrasados los quieren impedir.
En ocasiones se presentan disparidades de criterios entre una alta jerarquía eclesiástica, y los curas que trabajan en las bases, en medio del lodo y el dolor. Para que haya una iglesia consciente y trabajadora para reducir el hambre y la miseria se tienen que aunar voluntades intestinales.
Los principales males que sufren hoy el país pueden ser solucionados, pero hay que trabajar con espíritu de consenso, de diálogo, de entendimiento, y se necesitan sectores que pueden encabezar esa marcha. La iglesia puede jugar un papel estelar en esa brega. Es positivo y esperanzador el sermón de La Altagracia, y muestra de que se está enderezando el camino. Ay, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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