«La violencia es el último recurso del incompetente», decía el profesor Isaac Asimov. Analizando que, la República Dominicana es un Estado social y democrático de derecho, es decir, que está comprometido con garantizar todos los derechos de su población; su libre ejercicio y disfrute, no se entiende cómo sus autoridades permitieron el quebrajamiento de la seguridad ciudadana y las tropelías de algunos agentes, llamados a gestionar el orden.
Nuestra población soportó 20 meses en cuarentena, debido a la pandemia de la covid-19, que gracias a Dios y a la ciencia nos mantiene en pie, porque la vacuna ha funcionado, pero durante este tiempo miles de nuestros coterráneos sufrieron trato inhumano, atropellos, y otros perecieron no por la enfermedad, sino en manos de representantes del cuerpo creado para garantizar orden ciudadano, quienes hicieron causa común con los antisociales.
La verdad es que, no hemos colapsado socialmente, porque todavía nuestra memoria nos recuerda que, pese a la creciente violencia social, que cada día nos pega fuerte, somos un pueblo noble, de gente amistosa y alegre. Resiliente aun cuando estamos llenos de temor, crece la ansiedad, y la desesperanza, por las carencias en la protección de las necesidades y derechos básicos, específicamente en los sectores vulnerables.
El confinamiento nos dejó un sabor amargo, por un lado, las tantas pérdidas humanas y materiales. Por otro, los excesos de gran parte del cuerpo del orden y de un fragmento de la población, atemorizada o no, por la enfermedad, los abusos de que fue víctima. Es este mismo fragmento que en ocasiones, desafió a los agentes, al ver violentados sus derechos fundamentales a la libertad y a la seguridad personal.
El daño hecho está, nos queda aprender de los ácidos errores y accionar políticas públicas rápidas, mediante la educación en todos los niveles. «La educación nos hará libres», dijo el ilustre demócrata José Martí.
La República Dominicana necesita una transformación radical en sus políticas y mecanismos de salvaguarda de derechos fundamentales, estos son flácidos y poco operativos. No basta con hacer cambios en sus funcionarios, no es solo de personas, también, es necesario propiciar inclusión social; generar oportunidades, acceso, participación y respeto a la dignidad humana.
Asimismo, es tiempo de combatir con energía la pobreza, que lamentablemente, se acrecentará si se aplica la tan comentada reforma fiscal que busca subir y agregar más impuestos a una población que de por sí, está agarrotada, y hace malabares para sobrevivir económicamente.
Olvidamos que la seguridad ciudadana implica ausencia de violencia y fomento de la buena calidad de vida, y esto solo será posible mediante la pertinente y decisiva promoción y protección de los derechos humanos. Estamos a tiempo para enmendar y transformar nuestra sociedad, porque no podemos seguir permitiendo que nuestra gente tema más a los agentes policiales y «su vigilancia en lo claro», que a la covid y a los antisociales. Es obligatoria la transformación de esa institución, el fortalecimiento de su imagen, la de sus agentes y el fiel cumplimiento del branding a nivel corporativo.
Un autor anónimo, dijo alguna vez:» ¿Qué es lo que enseñamos a nuestros hijos? Pues, les enseñamos que dos y dos son cuatro, que París es la capital de Francia. ¿Cuántos les enseñaremos, además, lo que son?». Parafraseando al activista por los derechos civiles, Martin Luther King, la violencia crea más problemas sociales que los que resuelve. El pacifista Mahatma Gandhi, afirmaba que, «lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia».
Hasta la próxima entrega.
santosemili@gmail.com
(La autora es educadora, periodista, abogada y locutora, residente en Santo Domingo, República Dominicana).
Comentarios sobre post