Cuando mostramos de manera habitual en nuestro andar, en nuestra vida, ejemplos o acciones de solidaridad, de cooperación, de respeto a la integridad y al honor de las demás mujeres, fortalecemos derechos fundamentales y humanos.
Ser garantes de estos derechos previstos en la Constitución dominicana, entre los artículos del 37 y 65, entre ellos, protección a la vida, a la dignidad humana; igualdad, libertad y seguridad personal; a la integridad, intimidad, honor, conciencia y culto.
De igual forma, a la seguridad alimentaria, educación, salud, seguridad social; a una familia, vivienda, trabajo; a la cultura, al deporte…, implica, abstenerse de violencia de todo tipo, como esas simbólica y psicológica, disfrazada de resentimiento, que es esparcida actualmente a través de la magia de los medios de comunicación de masa. Casi siempre, envuelta en comentarios soez y mal intencionados, que solo buscan causar daño. ¡No seamos parte de ese desbarajuste!
Si las mujeres en la generalidad, nos uniéramos más, para identificar nuestros derechos humanos, potenciarlos y contribuir a su disfrute o ejercicio pleno, es decir, si mostráramos mayores niveles de sororidad; de esa hermandad o alianza entre mujeres, y de ciudadanía social, los resultados del combate a la discriminación, a las actitudes y comportamientos machistas, serían hoy más halagüeños.
Necesario recordar y seguir hoy la invitación que nos hizo la Premio Nobel de la Paz, Ellen Johnson-Sirleaf: «Chicas y mujeres de todas partes, hermanas mías, hijas mías, amigas mías, encontrad vuestra voz», pero que esa voz sea alzada para ayudar, para proteger, no para denostar. Que se eleve para sitiar rumores y resguardar el honor de nuestras mujeres, de nuestras iguales.
Usar nuestra voz para potenciar derechos de nuestras semejantes, para enaltecer a la mujer que hace aportes a su sociedad, desde las distintas áreas y espacios del quehacer humano. Excelente camino para contribuir a que haya salud en una sociedad cada vez más embebida en el sarcasmo, en el pan y circo; los antivalores y los ataques a la moral ajena. «Falso testimonio, es obra del demonio».
Lo más revolucionario que puede hacer una persona es decir siempre en voz alta lo que realmente está ocurriendo. La libertad será siempre libertad para quien piensa diferente, decía la teórica marxista Rosa Luxemburgo. !Unámonos en franco ejercicio de sororidad, mujer dominicana!.
Honremos el legado de nuestras antecesoras feminista, propulsoras de igualdad, entre ellas, la defensora de la democracia y la solidaridad entre los pueblos, Indira Gandhi, quien proclamó que, «para liberarse, la mujer debe sentirse libre, no para rivalizar con los hombres, sino libres en sus capacidades y personalidad». Amigas, vivamos y propiciemos libertad, ella es opuesta a constreñir, ella redime.
Hasta la próxima entrega.
santosemili@gmail.com
(La autora es educadora, periodista, abogada y locutora, residente en Santo Domingo).
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