El susurro de su voz apagada apenas llegaba a mis oídos. Con gestos angustiantes, esta señora, me indicaba que, villa marista, estaba cerca y nos podían oír…
Me encontraba en la Habana, año 1997, desde el patio trasero de esta casa ubicada a una cuadra del centro de investigaciones llamado «villa Marista» el cual tiene fama de ser un lugar donde se «sugestiona» a la gente con el propósito de sacar información.
Por un momento me remonte a un oscuro lugar de mi infancia. Mis padres, hablaban en murmullos tal y como esta señora ahora hacía en un patio abierto y a casi un kilómetro de ser escuchada.
La revolución del 65 en Santo Domingo, había dejado muchos rezagados del bando vencido los cuales fueron muertos y perseguidos en los años posteriores a ese evento…mi padre fue uno de ellos.
Tuve que crecer con la conciencia de que no debía hablar de la participación de mi padre del lado constitucionalista, es decir, el lado del pueblo.
Después de ese intento frustrado del pueblo dominicano por seguir el sendero que deseaba. Tuve que crecer bajo una dictadura «demócrata» impuesta por los Estados Unidos.
Nos convertimos en súbditos de la corona norteamericana y se acallo a todos los que se oponían a ellos.
El incidente del patio habanero me indico que «algo» allí no estaba bien.
A pesar de mis primeros años del silencio de la infancia, cuando ya fui mayorcito cultivé la vocación de no callarme ante lo injusto así fuese en contra de mis propias creencias.
La revolución cubana del 59, fue la cara que se plantó frente a los abusos de los gobiernos norteamericanos acostumbrados a manipular como títeres a los pueblos del sur del continente.
Fue el rostro de la dignidad de todos los oprimidos ante la fuerza bestial e indolente.
Del 1959 al 2021 han transcurrido más de 60 años, el mundo ha cambiado y «ya» la manipulación norteamericana no es tan obvia ni «efectiva» como lo fue en aquellos tiempos.
Los medios de información ya no tienen el poder de distorsionar la verdad ni de ser únicos y exclusivos. Hoy en día desde cualquier celular todos somos periodistas y podríamos mostrar…lo que no se ve.
Ya el gobierno cubano no podrá solo mostrar su verdad desde dos canales oficiales de televisión ni de un único medio escrito. Ahora la verdad está en todas partes.
Si hay algo que no podría aceptar dentro de todas mis creencias sociales es la distorsión, la manipulación y la cohibición. Todo esto es utilizado para coartar la libertad del individuo.
Si luchamos por liberarnos de la opresión y de ser marionetas de otros no lo hicimos para convertirnos en ellos.
Actuar igual que el motivo de la liberación es caer en la desesperanza más grave y aterradora del ser humano. Es rebelar que el egoísmo esta insertado en todos y que no hemos elaborado un sistema en donde este muera.
Además de esa lección que hoy nos deja la revolución existe «esa otra» que es igual de aterradora. La rueda de la vida suele repetirse constantemente en busca de esa «perfección» inalcanzable.
Volveremos a caer en las manos de los manipuladores, volveremos a quejarnos, volveremos a luchar y volveremos a «creernos» libres…volveremos a «dictatoriarnos».
Fidel Castro pudo haber estado en lo cierto, solo que su verdad se ralentiza por el simple hecho de prevalecer como el único e imprescindible… le faltó humildad.
La patria es de todos, pero más de los que la ven como muerte o vida. La patria no tiene discursos, ni partidos, ni rincones oscuros, ni callejones turbios. La patria es una libertad risueña que recorre cual brisa todos los poros de la tierra impregnando con su esencia simple y pura al que la habita.
Tiene esta una felicidad insertada que no esclaviza ni lo permite. Sus hijos deben de ser conscientes de quienes la manipulan y quienes la venden.
El momento es bueno para apagar esos murmullos de aquella tarde habanera, para hablar de muerte y vida, pero, sobre todo de la patria, esa, que prevalecerá en el tiempo, más allá de nuestras creencias y caprichos. ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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