Por Tulio Salvador Castaños Vélez
Uno de los programas de zoonosis más importantes en el mundo, es el de control de la rabia, por ser una enfermedad sin tratamiento y con un 100% de letalidad; es transmitida por animales domésticos, silvestres y salvajes; en nuestro país, transmitida principalmente por perros, gatos y mangostas.
Por su alta letalidad (100%) y la inexistencia de un diagnostico confiable, ni tratamiento para curarla, se creó en nuestro país, en el año 1975, el Centro Antirrábico Nacional, una unidad de salud pública nacida con el objetivo de vigilar, prevenir y controlar la rabia animal y erradicar la rabia humana en todo el territorio nacional, incluida la frontera con Haití. Conjuntamente con la creación del Centro Antirrábico, se creó la Unidad de Producción de vacunas antirrábicas para humanos y animales (vacunas de excelente calidad) con el fin de tener garantizado en forma permanente el biológico. Desde entonces (45 años), dicho programa, con sus altas y sus bajas, venia cumpliendo con los objetivos ya señalados más arriba.
En los últimos tiempos, ni el Centro Antirrábico Nacional, ni la unidad de Producción de vacunas antirrábicas, han contado con el apoyo requerido de las autoridades de salud pública, como para que estas pudieran hacer una efectiva labor de prevención y control, ya que de manera calculada les fueron eliminando los recursos económicos y logísticos de tal manera que no suplían siquiera mínimamente las necesidades básicas para la sobrevivencia de esas instituciones que ya tenían marca de calidad en los servicios de salud pública del país, por el contrario, por Disposición No. 000006 de fecha 13 de noviembre de 2017 se dispuso el Cierre del Centro Antirrábico, el cual, no solamente fue clausurado, sino que el mismo fue depredado, saqueado y vandalizado, quedando en ruina total; su personal fue dispersado y sus equipos repartidos, alegando la descentralización y la desconcentración de los servicios de salud. Funcionarios anteriores, afirman: “que eso sucedió por el descuido y mal estado en que se encontraba el centro (¿?)’. La exministra de Salud Pública de ese entonces, Dra. Altagracia Guzmán Marcelino, refiere lo siguiente: “Debido a las reformas estructurales que se realizaron en el Ministerio de Salud durante mi gestión, surgió una nueva dirección que funcionaba en el Centro Antirrábico, ahora con el nombre de Centro Nacional de Control de Enfermedades Tropicales y Zoonosis, para la cual necesitaba una persona con formación en el área de epidemiologia, de los servicios y con una visión de reformas.
El Centro Antirrábico no fue producto de gente sin formación y sin visión de reformas; no, esta Institución surge de un proyecto bien concebido por el Dr. Ruddy Vásquez Rondón, (MV), que hizo su maestría en salud pública veterinaria en la facultad de Higiene de la Universidad de Sao Paulo, Brasil. Cuando regresó presento dicho proyecto al Dr. Mariano Lebrón Saviñón, laureado médico dominicano, que escribió libros sobre la historia de la medicina dominicana, miembro de la Real Academia de la Lengua Española y ganador entre otros muchos del Premio Vasconcelos, México (1992), encargado de la Sección de Enfermedades de Transmisión Sexual y al Dr. Fabio Cabrera, Director de Epidemiología, ambos de la Secretaría de Estado de Salud Pública y Asistencia Social, quienes entusiasmados con el proyecto, motivaron al Dr. Héctor Pereyra Ariza, entonces Secretario de Salud Pública, quien lo aprobó y autorizó el nombramiento de los veterinarios y técnicos necesarios para iniciar los trabajos para su creación. Luego, el Dr. Carlos Rojas Badía (Secretario de Salud), autorizo el local del antiguo Partido Dominicano, ubicado en la Av. Duarte 332 para que fuera el asiento físico, normativo y operativo del Centro Antirrábico Nacional.
El Centro Antirrábico contó siempre con el apoyo y el respeto de los exsecretarios de salud Pública, además de los Dres. Héctor Pereyra Ariza y Carlos Rojas Badía., del Dr. José Rodríguez Soldevilla, Dr, Amiro Pérez Mera, Dr. Ney Arias, Dr. Manuel Bello, entre otros. Ellos si entendieron y valorizaron el programa de control de la rabia.
El proyecto tuvo como colaboradores una veintena de asesores de la OPS/OMS, la FAO, UNICEF, Agricultura y del Plan Pidagro. Hasta el Dr. Pascal Atanasiú, director del Instituto Pasteur de Francia, cuando nos visitó, aplaudió la profesionalidad de la institución. Así también, salimos a a otros países un grupo de profesionales a especializarnos en el diagnóstico y vigilancia epidemiológica, y a conocer la gerencia y el funcionamiento de los programas de la rabia y de otras zoonosis.
Como se puede apreciar, la anterior administración de salud pública, fue la sepulturera de un proyecto cuya colaboración y dirección estuvo apoyado siempre por un prestigioso grupo de Funcionarios de la Salud, profesionales y técnicos de prestigio, nacionales e internacionales; servidores públicos, personas trabajadoras, capacitadas, con experiencia certificada, académicos con prestigio y con excelente desempeño.
El Centro Antirrábico estuvo integrado por un excelente equipo de carácter interdisciplinario: médicos veterinarios, médicos para la salud humana, enfermeras, bioanalistas, epidemiólogos, inspectores, supervisores y asesores nacionales e internacionales, muchos de ellos hoy, con más de 40 años como servidores públicos, con gran experiencia en programas de zoonosis y sirviendo además como asesores y colaboradores del programa en Haití, especialmente en la frontera.
Llama a suspicacia y es muy extraño que, en medio de tantas construcciones y remodelaciones de Hospitales, centros de salud y laboratorios, no se interesaran por hacer lo mismo con el Centro Antirrábico Nacional.
Uno de los objetivos del programa del control de rabia, es que la población encuentre ese servicio en todos los lugares, aún en los más remotos, pero los mismos ya no se encuentran en los hospitales como antes; la vigilancia epidemiológica es deficiente, lo cual es un peligro causa por la cual ya han fallecido personas. El personal profesional y técnico es escaso y muy reducido para investigar y dar seguimiento a las personas mordidas y a los animales agresores. No tiene recursos logísticos ni de transporte, ni tecnológicos, y está reducido solo a un pequeño cubículo en el Centro Nacional de Control de Enfermedades Tropicales y Zoonósis.
Las autoridades que cerraron el Centro Antirrábico Nacional, se convirtieron en los sepultureros de una institución cuyo destino era convertirla en un moderno CENTRO NACIONAL DE ZOONOSIS, como establece el Art. 78 de la Ley General de Salud 42-01 y como existen en todas partes del mundo.
Las instituciones de salud no se cierran; las instituciones de salud se mejoran, se actualizan y se modernizan, y el personal que ha dedicado toda su vida profesional a ella, se dignifica y se premia, no se humillan, ni se subestiman, ni se degradan.
El autor es fundador y exdirector del Centro Antirrábico Nacional
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