Por Máximo Caminero
Cuando niño, leí una frase que se grabó para siempre en mi conciencia, decía; “somos lo que somos cuando nadie nos observa”.
No era necesario ser muy inteligente para reconocer que habían “cositas” que uno, solo, hacía en los más íntimos momentos. Cuando nadie alcanzaba a vernos.
Ya muy mayorcito, mi ido a destiempo amigo del alma Ramón Gordillo, en una ocasión alcanzó a decirme las palabras que hoy dan título a estas líneas.
No solo me las dijo seguiditas, sino que las sazonó una por una en un elocuente discurso en donde salieron a relucir las meditaciones de Marcos Aurelio escritas en el siglo II de nuestra era.
Máximo, me dijo, recuérdate siempre que tenemos tres vidas. La primera es la privada, aquella en la que te desenvuelves con tu familia. En donde abrigas el calor del hogar.
Allí, debes procurar un remanso de paz y armonía. El respeto y protección de los tuyos, tus hijos, tu esposa y demás miembros que allí convivan.
Luego viene la vida pública, en esta, tienes que cuidarte tú de las envidias, los engaños y las posibles calumnias que te fabricarán.
Tus relaciones han de ser cuidadas en el más alto grado de la moralidad y el civismo. Tendrás que construir una reputación que vaya de acuerdo a los preceptos del orden y la justicia.
Luego de una larga pausa, le pregunté, ¿y la tercera?. Solo me dijiste dos, ¿cuál es la tercera?. Este me miró receloso y se me acercó cuidando que nadie más escuchara…
¡La secreta!. Me dijo en un susurro casi imperceptible…
Aquella en donde realmente eres tú, el animal que llevas dentro. Donde puedes soltarlo a las pasiones y los deseos más embriagadores que tengas… ¿me entiendes?.
Obviamente que salieron a flote las amantes y demás embrujos que mi deleitante amigo guardaba oculto, en su vida secreta…la esposa, venía unos tres pasos detrás…
La mía…no estaba presente.
Ciertamente que andamos cambiando constantemente de una vida a la otra como si fuesen los cambios de un vehículo.
Llegamos a la casa y allí encontramos que nuestra aura ocupa una energía de acoplamiento sereno. Una necesidad que nos da paz y balance.
Sacamos la cabeza y allí está la calle. En ella andamos con una máscara que se transforma de acuerdo a quien tengamos por delante.
Sonreímos constantemente, pero mantenemos la distancia. Somos animales buscando sobrevivir al ataque imprevisto de las fieras.
Logramos atravesar la selva y luego de zigzagueos por extraños callejones y de esconder el localizador, celular, ¡en cualquier rincón del camino…llegamos!.
Al entrar ya las hormonas andan saltando. La adrenalina nos remonta a los tiempos coloniales en donde los piratas andaban por su cuenta en el Caribe.
Volvemos a “nuestra libertad” donde no existen los no ni los gestos de desprecio. Donde podemos “casi ser” en un 80% por lo menos. Hasta que el secreto se transforme…en otro.
La vida secreta, anda por diversos rumbos. No todos carnales. Hay de otras índoles que suelen llevar a la cárcel a quienes por ahí navegan.
En general, todos andamos con una vida secreta a cuestas. Inclusive, muchas veces vive, solo, en nuestra mente. No llegamos a concretarla por diversos factores…el más común, el miedo.
No es posible que las tres puedan convivir juntas. La especie ya está programada en su modus operandis de supervivencia y cada animalito marca su territorio.
Ramón ya no está en este mundo. Ando desesperado buscando una respuesta y ahora, cuando más le necesito no puedo preguntarle ¿cómo se hace con la cuarta vida…la ultra secreta!!?. ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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