Por Emiliano Reyes Espejo
Gendarmes del jefe se desplazaron por comunidades del Sur adentro para reclutar jóvenes que serían enviados al conflicto bélico que libraron de manera encarnizada las dos Corea, conocida entonces como «La guerra de Corea» (1950-1953) que tuvo lugar en la Península coreana, dando lugar al surgimiento de Corea del Norte y Corea del Sur.
En aquella conflagración se enfrentaron los coreanos, Estados Unidos y aliados en un bando, y en el otro, la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la República Popular de China, esta última nación bajo el mando del Gran Timonel, Mao Zedong. Se vivían los inicios de lo que se ha definido como «La guerra fría» que se ha desarrollado entre los campos capitalistas y socialistas, y que parece revivir en la actualidad.
«Las características que representan la guerra de Corea son las siguientes: La violencia y el caos que hicieron de esta guerra una de las más sangrientas de las historia. Más de 3 millones de muertos. Fuerte división social por ideales políticos, los cuales enfrentan a las dos Coreas hasta la actualidad», especifican textos en las redes. Pero ¿dónde se ubica geográficamente Corea?. «La República de Corea conocida como Corea del Sur, es un país de Asia oriental, ubicada en la parte sur de la península de Corea. Limita al norte con la República Democrática Popular de Corea (Corea del Norte, o Norcorea), con la cual formó un solo país hasta 1945 (Google)» ¿A qué distancia se encuentran estas naciones de la República Dominicana?.
«La distancia entre República Dominicana y Corea del Norte es de 13,214 kilómetros (8,211 millas (Google)».
¿Y qué tenían que ver los jóvenes de Barahona, Tamayo, Monserrate, Uvilla y otras comunidades del Sur con estas naciones tan distantes?. Absolutamente nada. La única explicación que tiene este reclutamiento sería los niveles de compromisos que el régimen de Rafael Trujillo contrajo -a espalda del pueblo- con la todopoderosa potencia del Norte, Estados Unidos de América.
Ocurre que Trujillo se había autoproclamado «campeón del anticomunismo de América». Precisamente la lucha de las dos coreas era una expresión de la confrontación entre capitalistas y comunistas. ¿Y qué sabían los jóvenes sureños de esa época, casi todos campesinos dedicados a la labranza de la tierra, sobre capitalismo, socialismo o comunismo?. Tal vez, o quizá, no sabían nada o muy poco.
-«Algunos de estos infelices ni siquiera conocían la existencia de estas coreas»-expresó mi cuñada Luz Santana (Tina) al referirse a los reclutamientos, los cuales, agregó, eran encabezados por los alcaldes de cada lugar.
Santana relató que un barco de la Marina de Guerra había sido fondeado en el muelle de Barahona para trasladar a los «voluntarios» que serían llevados a Ciudad Trujillo. Los jóvenes sureños serían conducidos por mar hasta la capital, se les entrenaría y viajarán a Estados Unidos, o a la base de un país aliado, desde donde se les transportaría al frente de guerra en Corea.
Cuando se conoció de la presencia de patrullas, muchos jóvenes de Tamayo y otras comunidades «cogieron la de Villadiego» y se ocultaron en montes, conucos y cañaverales, hasta donde eran buscados por los guardias de Trujillo.
Nos cuenta Tina que «los alzaos» como se le decía en el pueblo, se agachaban para evadir la persecución de la milicia del tirano, pero a veces se desesperaban y volvían durante la oscuridad de la noche para ver a hijos y progenitores. Los informantes del régimen lo denunciaban y eran atrapados. Los que se resistieron fueron considerados enemigos del régimen y, por tanto, perseguidos hasta ser apresados y llevados a las cárceles de Neyba o de Barahona, desde donde eran conducidos al barco.
La lista de los buscados era manejada por los alcaldes de los lugares. –»En esa casa vive el hijo de Lucrecio, pero parece que ¨tá agachao¨, hace días que no lo veo», decían.
La situación era tensa. Los jóvenes eran renuentes a ser parte de un conflicto armado que no les concierne. «Vivían corriendo, agachados entre cañaverales, conucos y montes», expresó Tina. Algunos, asimismo, recurrieron al casamiento para evitar ser reclutados.
Por lo menos, la acción del régimen tuvo algo positivo, ya que contribuyó a que algunas parejas se llegaron a matrimoniar, formaron familias legales y lograron así evadir su alistamiento.
En un día menos esperado, de manera misteriosa se incendió una caldera del barco que llevaría a los reclutados a la capital.
La imaginación popular atribuyó de inmediato esta explosión a los propios esbirros del régimen, los cuales se decía, actuaban por instrucciones del propio Trujillo. Se presumió entonces que el accidente era un ardid del mandatario para evadir el compromiso que tenía con los «gringos». Otros decían que los «alzaos» les habían «echao una «brujería» al vapor para que se deshicieran los planes de reclutamientos.
Las personas que resultaron lesionadas y con quemaduras, incluyendo marineros y reclutados, fueron asistidos en el hospital de Barahona.
-«Eso fue que le echaron un «guanguá» para que se termine la persecución», decían pueblerinos haciendo gala de arraigadas creencias mágico religiosas que persiste en la comarca.
Extrañamente la persecución contra jóvenes de la zona se descontinuó después del incidente en el barco. Pero ya estaba creado el Servicio Militar Obligatorio (SMO) que Trujillo creó para reclutar civiles e integrarlos a la guardia, dando lugar a que algunos de estos jóvenes, entre que los que estuvo Nilo Soto el hijo de Chichilo, aprovecharon para «engancharse» como alternativa para enfrentar la falta de empleos.
Pasado un tiempo Trujillo visitó varios pueblos del Sur incluyendo a Tamayo, donde «el perínclito» fue colmado de pleitesía y elogios de todo tipo por los trujillistas de la zona.
Eloy Reyes Gómez, mi padre, que era secretario del ayuntamiento, realizó el ensayo durante varios días –y hasta el cansancio- un discurso que pronunciaría durante la visita del jefe, lo que quiso Dios que no ocurriera.
La ceremonia se limitó al recibimiento por parte de personalidades y autoridades del pueblo, lo cual aconteció en el salón de acto del ayuntamiento. Estuvieron, Ernesto Escanio, juez de paz; Renato Arias, presidente del Partido Dominicano; Eloy Reyes Gómez, secretario del ayuntamiento; Rafael Reyes Santana (Mimime) administrador del Correo; Félix Bueno, tesorero, y Fabián Matos, amigo personal del generalísimo Trujillo, entre otros.
Entre loas y aplausos, Trujillo fue llevado hasta la silla presidencial que fue ubicada en la escalinata del Palacio del ayuntamiento, de frente al parque, y donde le esperaba una aglomeración de ciudadanos, casi la totalidad de los habitantes (hombres, mujeres y niños) del pueblo y comunidades aledañas que les aclamaban de manera delirante.
-«Fabián Matos y sus 24 hijos rinden homenaje al generalísimo Trujillo», decía una de las pancartas que se exhibieron durante el desfile. Allí marcharon a ritmo de marchas ejecutadas por la banda municipal, agricultores, empleados, estudiantes y las más hermosas mujeres del poblado.
«Los productores agrícolas mostraban lo mejor de sus cosechas, así como los más hermosos animales y aves de producción local», refirió Tina.
Don Fabián Matos era un fervoroso trujillista que mantenía su adhesión al régimen pese a la dudosa muerte de uno de sus hijos, mecánico de aviación, en el «accidente de un avión de la Fuerza Aérea Dominicana». Este honorable ciudadano de Tamayo ya fallecido, era el padre -paradoja de la vida-, de dos connotados luchadores revolucionarios, los doctores Plinio Matos Moquete y José Antonio Matos Moquete, éste último Premio Nacional de Literatura 2019.
Cuentan que después del desfile, Trujillo comenzó a recibir a ciudadanos del pueblo, los cuales les hacían todo tipo de peticiones, desde que le salvara la vida de algún familiar preso o perseguido, nombramiento en un cargo público y hasta ayuda económica.
Entre los pueblerinos que intentaron acercarse al jefe estaba «Sotico», un simpático y popular decimero que pese a ser discapacitado de una de sus piernas y sufrir de epilepsia, tuvo una familia ejemplar, estable y querida en la comunidad.
Sotico, sin embargo, no pudo llegar hasta Trujillo para entregar su carta de peticiones, no obstante los enormes esfuerzos que hizo en medio de la multitud delirante.
Los militares responsables de la seguridad del tirano, específicamente uno de los «flanqueadores motorizados», no solo lo impidieron sino que le empujaron y «el hacedor de décimas» que se sostenía sólo por una pierna y dos muletas, rodó por las escalinatas frontales de la oficina del ayuntamiento.
Sotico, que era un improvisador, repentista extraordinario que producía décimas de la cotidianidad, principalmente para motivar la venta de sus bien tallados y elegantes «cepillos de pelos de caballos» que vendía a «limpiabotas» para lustrar zapatos, aprovechó la situación para producir una jocosa décima. Este humilde pero ingenioso tamayense describió paso a paso todos los pormenores de la visita de Trujillo a la región, específicamente a Tamayo. En una de sus estrofas esta décima rimaba:
«A la llegada del jefe al Palacio Municipal me cogieron a Sotico y lo pusieron a volar».
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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