A Pleno Sol
La Constitución es intocable. No hay una sola razón valedera para que se haga una reforma constitucional. Apurar cambios en la Carta Magna en medio de una amplia crisis política, económica y social, es llevar al país a profundos choques partidarios.
Tampoco hay ninguna razón para esa modificación. No hay urgencias, ni se necesitan nuevas leyes. El gran mal del país, es que tiene decenas de leyes, y ninguna se aplica.
Si se hiciera respetar la Constitución, no habría que modificarla. En vez de cambios, lo que se tiene es que aplicar el puño de hierro en el respeto constitucional. No es un simple pedazo de papel, ni un libro escrito al capricho de un gobernante, pero la Constitución, dicho sea a la verdad, en pocas ocasiones ha tenido fuerza institucional.
Gobernantes de turno la han manejado como si fuera una veleta, haciéndole modificaciones circunstanciales que van a su favor, o en casos paralelos, violándola, en medio de la mayor inmunidad. Hoy lo único que debe darse es el respeto institucional.
Puede ser que en algún momento cercano de nuestra vida ciudadana cambie la coyuntura actual y sea propicio hacer una reforma a la Constitución, pero ahora mismo no es el momento ni el lugar.
Una reforma de este tipo sería echar gasolina a la hoguera de las divisiones partidistas. En medio de una crisis económica, de salud y social, no se puede tentar a la suerte para ir al precipicio de una crisis política. Además, habría que ver cuál será la orientación real de los venideros legisladores.
Lo que se tiene que plantear en el país es un movimiento de unidad nacional, guardando y respetando las diferencias políticas, económicas, religiosas y sociales de cada cual. La unidad tiene que ser para una acción inmediata, no para subordinaciones.
La pandemia tiene acorralado al país. Todos temen por su seguridad sanitaria y por sus vidas. Lo más importante es salvar el renglón salud y después hablamos. Lo que desune a la familia dominicana puede ser postergado, hasta que se controle la pandemia.
Que se quede la Constitución tal y como está. Que se comiencen a aplicar sus artículos. Que la vida institucional dominicana florezca, eso es suficiente por ahora. Las reformas son olas embravecidas que el barco nacional no soportaría y naufragaría. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
manuel25f@yahoo.com
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