Algunos jeroglíficos rasgados en «algunas cuevas», de este llamado continente «de América», insinúan letras de idiomas lejanos y perdidos en antaño, como el arameo y otros, algo vigentes, como el persa…
Tales descubrimientos, aún están pendientes de estudio, ya que, el tiempo, «ha distorsionado un tanto» el asunto… Dicho esto, no solo pone en duda dé ¿Quiénes fueron los primeros en llegar a estas tierras? Si no, ¿Por qué no mostraron un afán de conquista?…
¿Descubrir? Ya existían otros seres humanos ¡Con alma! Que no desalmados como afirmaron los Españoles, con la «obvia excusa» de arrebatar y arrasar todo lo que en ella hubiera.
¿Conquistar? No se trató de una conquista sino de un hurto vil y despiadado, en donde «un mundo», acostumbrado a una belicidad infinita, llego a punta de lanza y espada a exterminar a una raza de gente que no les habían hecho nada.
No hubo «tal descubrimiento» ni «tal conquista». Ya todo estaba descubierto, desde las frías áreas del norte de Canadá, hasta las frías aguas del sur de chile.
Cientos de asentamientos de etnias las ocupaban, con su forma y costumbre de ser. Su cultura y tradiciones. Habían ocupado junglas y desiertos y conquistado lo vacío y solitario de un continente que se derramaba en soledades diversas destilando manjares que se perdían y renovaban en el suelo fértil de sus montes.
Nada diferente al primer asentamiento humano y su prolongada y lenta existencia en camino al descubrimiento y conquista de un mundo que se le hacía curioso, «detrás de esas montañas»…
El tiempo y el camino errante, hizo que se perdieran entre las extensas sabanas y se «transformaran» y nacieran, las costumbres e idiomas que nos dieron «la diversidad».
Unos lograron avances más dinámicos y desarrollaron «formas civilizadas» que dieran «cierto orden» a la salvajada vida que estábamos acostumbrados. Otros, se quedaron en «lo simple» y se aferraron más a la naturaleza y la sorpresa de los astros.
Cuando estos «dos mundos» se reencontraron, se miraron perplejos e incrédulos, unos de los otros. Extraterrestres terrenales que no se reconocieron como frutos de un mismo árbol, sino, como «cosas ajenas e imposibles»…
Los más maquiavélicos, engañaron y sometieron a «los desalmados» mal llamados «indios», por creerlos de «La India». Uno de los tantos nombres errados y nunca corregidos de tantos que afloran en nuestra historia.
Los nativos de estas tierras, todavía son discriminados por los hijos de «aquellos conquistadores», es decir, la mayoría de nosotros. Les quitamos su costumbre y su Dios y le dimos el nuestro, tan abstracto como el de ellos.
Seguimos negándoles su dulzura y sabiduría. No fueron ni son como aquella otra tribu Hebrea-Judía, que conservó su esencia por miles de años, aun siendo vejados, humillados, maltratados y discriminados, por ser «lo que son».
Sus nuevos nombres son de raíces europeas, sus nacionalidades, una mezcla de rebeldes hijos de «esos conquistadores» hartos de sentirse redimidos a «una segunda clase». Lo que dio principio a «su dignidad» nació con gestos de exclusividad para ellos, es decir, nosotros.
Cada vez que veas a «un indio», respétalo y agradécele y pídele perdón por todo el dolor, el hurto y la riqueza arrancada. Estás en su tierra generosa. Estás en lo truncado y bañado de sangre por la angurria de nuestros antepasados.
Cuando intentes «insinuar» tu nacionalidad, pregúntate ¿Realmente de dónde eres? Colombiano, Cubano, Argentino. No es tu culpa lo pasado, pero sí tu ignorancia presente. Uno termina siendo no de donde nace, sino de donde crece.
Y luego se da cuenta, que pertenece a todas partes, pero eso solo se logra cuando la consciencia se despierta y uno se hace ciudadano del mundo y hermano de todos.
El único continente a descubrir ha de ser el de tu consciencia. La conquista del pensamiento, el único fin a perseguir ¡Salud!. Mínimo Conquistero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).