64.605 días, 66 presidentes. Un promedio de 2.6 años para cada presidente. En verdad, si la cosa se hubiese hecho como se «suponía» que fuera. Solo hubiésemos tenido 44 presidentes.
Ósea, hemos gozado de 22 administraciones que nunca debieron ser…si hubiésemos sido «más» «civilizados».
Hemos perdido más de 57 años entre disputas grupales, dictaduras, apandillamientos, lambonismo, entre otras cosas.
El desorden ha sido el norte entre todas las generaciones de dominicanos.
Ignacio María González, fue presidente en ¡cuatro ocasiones!. De 1874 a 1878, ósea, en 4 años, ¡¡fue presidente 4 veces!!. Un verdadero récord mundial.
Pero estuvo a punto de perder el trono ya que Cesáreo Guillermo fue presidente 2 veces…en apenas un año…
Entre Buenaventura Báez, Pedro Santana y Joaquín Balaguer, tres presidentes, se repartieron 12 administraciones.
Más de 27 presidentes no duraron un año y el que menos duró…me da hasta vergüenza decirlo.
El hombre que se empeñó en fundar una nación y darnos un sentido, Juan Pablo Duarte, fue expulsado de la isla y exaltado…una vez ya muerto…
Hay un dicho muy popular, no recuerdo el autor de la anécdota, que dice; «entre dominicanos te veas».
Aquí, en la ciudad de West Palm Beach donde me encuentro, tuve la «desgracia» de confirmar ese dicho. Nos reuníamos los únicos cuatro dominicanos que había y terminamos devorándonos unos a otros…
¿Qué tenemos que celebrar este 27 de febrero?. Que tenemos una hermosa bandera, que nos quedamos con las tierras más hermosas del continente, que acunamos una música propia, un baile autóctono, entre muchas otras cosas.
¿Podemos sentirnos orgullosos de lo que «ha salido», es decir, la esencia del dominicano?.
Cierto es que tenemos cualidades muy propias de la naturaleza en general de lo que es un «ser humano». No podemos decir que hemos «cultivado» una forma de ser «formal» como la de un nórdico, ni la puntualidad de un inglés.
No hemos descollado en las ciencias ni aportado grandes inventos como los hebreos que han dado bienestar a toda la humanidad.
Gracias a Dios, no hemos creado armas de destrucción masiva como los gringos o rusos, ni nos hemos dedicado a esas energías negativas.
Podemos decir que somos un pueblo alegre y hasta inocente aún. Una especie de paraíso perdido en el siglo antepasado.
Seguimos siendo «comparones» aceleraos y guapos.
Mantenemos las mismas disputas políticas grupales y todavía, no podemos distinguir entre lo que más le conviene a todos por encima del interés personal.
No puedo decir que somos perfectos, ni siquiera se me ocurriría pensar que somos los mejores, pero, aun así, amo lo que soy y de lo que estoy formado.
No cambiaria ni un instante de los pasados en mi isla por la más bella y hermosa ciudad del mundo.
No puedo dejar de ser dominicano y nunca lo he dejado de gritar. Me siento muy orgulloso de lo que soy porque a pesar de todo…no somos «tan» malos.
«Nuestro vino es de plátano, pero es nuestro vino» así lo dijo Martí sobre su patria cubana.
Todavía no podemos decir que hacemos los que nos dé la gana. Nuestras decisiones giran en torno al nuevo imperio que nos da vueltas. Han matado a todos nuestros grandes revolucionarios y colocado a sus vasallos, pero seguimos insistiendo. Si acaso y por lo menos, hemos conseguimos mantener al presidente por el tiempo que le corresponde y esperar…
Hemos logrado mucho tomando en cuenta que vivimos bajo un sol abrazador rodeado de sal y tormentas y de otra nación que se debate en sobrevivir bajo un caos mayor.
Sobre los cuatro dominicanos de West Palm, ya hicimos las paces…pero no dejamos de ser lo que somos, ¡dominicanos…Salud! Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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