A nadie he expresado condolencias por la dolorosa partida de Yvelisse Prats-Ramírez. Ni siquiera a su esposo, Mario Emilio Pérez, apreciado amigo y colega, ni a su hijo mayor, Francisco Guerrero Prats, a quien me unen viejos vínculos políticos. No fui su alumno en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, pero siempre me pareció que lo fuera.
Declaro mi aflicción por esta vía porque doña Yvelisse trasciende el reducido círculo familiar y el tradicional abrazo con “te acompaño en tu sentimiento”.
Creo que mi condolencia por el fallecimiento de esta extraordinaria mujer debe ser dirigida a todos los dominicanos, pues a todos nos compete este dolor. Todos hemos muerto un poco.
Ella vivió y trabajó por el pueblo dominicano. Dedicó su existencia a la tarea de educar y lo hizo con dignidad y acendrada pasión. Combinó el magisterio con la práctica política, siempre al lado de la democracia y en consonancia con las sentidas aspiraciones del pueblo de vivir en paz. La ejerció con un decoro poco usual en nuestro ámbito.
Cultivó el arte de la palabra, no solo en el discurso didáctico y el político, que lo hizo con esmero y eficiencia, sino también en la poesía, la más sublime forma de expresión. De los poetas se ha dicho que no mueren, sino que se ausentan. Freddy Gatón Arce, que de eso sabía, ha precisado que los buenos poetas ni siquiera se ausentan.
Cuando murió el doctor José Francisco Peña Gómez, 10 de mayo de 1998, me correspondió escribir para el diario donde trabajaba la columna editorial durante tres días. Asistido por el poema “Cuando la rosa muere”, de nuestro gran Franklin Mieses Burgos, titulé mis trabajos “Cuando un roble muere”. Peña era un roble.
“Cuando la rosa muere / deja un hueco en el aire / que no lo llena nada…” Hoy también me gravita en la conciencia el poema de Mieses Burgos, porque lo cierto es que con su ausencia, Yvelisse Prats-Ramírez deja un hueco grande en la sociedad dominicana. No sé quién podrá colmarlo. Inteligencia y dedicación como las suyas no abundan.
Puedo asegurar que tardará mucho tiempo para que aparezca una humanista tan lúcida, tan plena de convicciones, tan capaz de mixturar sentimiento y razón. No solo su familia la ha perdido, también el sistema educativo, el movimiento político y la vida intelectual. Mieses lo reitera: “Cuando la rosa muere / deja un hueco en el aire / que no lo llena nadie…”
(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).
rafaelperaltar@gmail.com
Comentarios sobre post