Me estoy yendo del mundo, lo tengo presentido. Mis miradas son cada vez más nostálgicas y tristes, pero una tristeza salada que termina endulzando mi aura.
Sí, me estoy yendo cada día, y no es por ese curso natural del tiempo, sino porque me estoy yendo de verdad.
Mi cuerpo me lo anuncia en discretos momentos como si me halase la camisa diciéndome ¡Mira! No te empeñes tanto en lo que nunca hiciste y aún quieras hacer ¡Detente y observa! Recorre el viejo barrio en solitario, camina lentamente en sus aceras identificando momentos añorados.
Aprende a despedirte de tu sombra y de todos los que se quedaran brevemente recordándote, los que compartieron instantes de complicidad o desaciertos. Recuérdales que la vida es un sueño del que nos toca elegir, a consciencia, entre el amor y el odio.
Diles que nunca transformaste a los otros, ni pudiste imponer tus pensamientos, porque todo está estipulado desde ese misterio llamado universo y que «esas son cosas» que solo se entienden «al otro lado»…
Ya has comprendido que la película de la vida hay que ser más audiencia que actor. Que todas las tramas esconden un motivo y que «esos» motivos no son para buscarle el sentido, ya que pueden estar varios siglos más adelante.
Me estoy yendo y podría ser mañana, en unas horas o en distancias desconocidas. No hay un motivo determinante ni nada de lo que pueda decir, solo un ala que bate esporádicamente soplando brizas de virtud que son regalos ofrecidos a unos pocos.
Unos soplos refrescantes chocando en las caras de aquellos que intentan sacar su alma en las letras o dibujos realizados honestamente desde una simplicidad que no busca más que desgarrar un telón de una obra que nunca se entiende.
Por eso nos vamos todos, porque la pregunta tiene respuesta y la respuesta no tiene sonidos, ni voz, ni imagen. Flota en las afueras y los adentros. Se mantiene firme y fijada a un nuevo cuerpo no sólido y difuso, pero que esta y se siente y se permite y se desplaza.
Me estoy yendo o regresando, que no sé ya lo he dicho, pero qué falta me hará todo. Todo lo nombrado y lo visto, y quizás también lo sentido, aunque eso sea difuso también. El rincón más asiduo de mis nalgas, el sofá o el café de la esquina.
Quizás la compañía fija que siempre está esperando, y que tal vez se vaya antes y aun así, vuelvas a esas paredes, a ese piso descuidado y sucio, al olor del tabaco puro que probaron las bocas de los que hoy extrañas y que tu boca evoca en poemas no nombrados.
Me estoy yendo y qué pena siento por ello, no por mí, ni los míos, ni los que no, sino por todo ese paisaje imaginario montado en una obra costosa en añoranzas tiradas al río y transformándose en sirenas cuyas voces sangran en distancias extrañas.
Todo un sancocho de esencias mezcladas que terminan fundidas en una sola. Un sabor que emana un mundo raro, distinto, fuera de realidad. Y hasta allí llega la pregunta persistente de siglos ¿Para qué?
Lo siento por los que construyeron en sueños perennes, los creadores de olores y sabores, los que diseñaron mecanismos que dieran forma a esta vida buscando hacerla más agradable. Lo siento por el atinado del café o el chocolate y todas estas cosas que no volveremos a experimentar desde el otro horizonte.
Quizás la partida traiga en el paquete al olvido. Seguro que tampoco la añoranza está recomendada y todo sea compensado de olores y sentimientos sumamente embriagadores. Siempre podemos superar aquí en la tierra a lo que creemos irremplazable. Siempre hay «algo» más allá de la montaña.
Cuando me vaya, solo recuerda que estaré mejor de lo que estuve. Que hay dejaré mis lienzos y estas palabras y otras, ya dichas antes, que terminarán ajustándose a los caminos designados, cumpliendo, todavía, los propósitos impuestos a mí por «ese misterio de allá arriba»…
No soy el que soy ni soy lo que seré. Cuando te vuelva a ver te amaré más, pero no por lo que eres o fuiste aquí, sino porque estarás en mí como yo en ti. Estos latidos y esos lienzos solo hablarán un lenguaje burdo y arcaico, un montón de garabatos pretendiendo explicar lo que no se explica porque todo se entiende. ¡Salud! Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).