La primera mirada hacia el universo, escaló en conjunto con una serie de pensamientos «turbios». Una consciencia que apenas razonaba se debatía entre el instinto y la supervivencia.
Nada de preguntarse ¿Quién soy o qué hago aquí? Solo vagaba como cualquier robot insensible. Una máquina que se «arrastraba» entre junglas y desiertos.
El fuego abundaba, como el rayo y el trueno. Un espectáculo que invitaba a encontrar refugio en cualquier cueva y quedarse inmóvil entre las tinieblas y escalofríos.
El mar surgió del hielo. El calor derritió sus adentros y en ellos, los primeros habitantes que crearon la diversidad que pudo adaptarse al momento.
Y entonces, desde el principio, surgieron las miradas discretas, las incrédulas, las maliciosas. Todo el desorden invitaba a agruparse para sobrevivir. Desde el vientre de las madres surgió el afán de proteger, lo que «era suyo». El sentido de pertenencia prevaleció.
La abundancia se impuso y permitió que todos surgieran y fueran.
No hubo epitafios, ni holocaustos, ni exterminio. A pesar de la voracidad sin límites prevaleció la raza, y la rama, y la fuente.
Desde el principio hubo un acuerdo vedado. Un silencio insinuante que se volvió reglamento. Sin jueces ni fiscales ni culpables ni abogados. Solo fuimos y aún somos unos cuantos.
Los demás, aquellos que surgieron sin las herramientas necesarias para subsistir, perecieron. Hoy no queda testimonio de ellos, ni una nota, ni un dibujo, ni osamentas que digan «estuvimos»…
Los que «llegamos», igual no sabemos todavía ¿De dónde? Igual seguimos buscando encontrarnos y «el motivo» de tan raro acontecimiento. La vida y su principio y ¿Él entonces?
Desarrollamos «una inteligencia limitada». Creamos palabras y códigos e historias que «intentan darnos una razón lógica» y el mayor pecado cometido es que, «nos las creemos»…
Nos convencimos de que hay «un origen» y, a imagen y semejanza, lo hicimos nosotros, es decir, parecido a usted y a mí y a todos. Un ser «similar» pero superior que vuela y desaparece y premia… y castiga.
Que perdona y nos permite «ser» y destruir y construir. Terminamos en cada jornada el principio asignado individualmente y morimos en un final tan misterioso como este.
Y entonces, desde el principio «posterior» al principio inicial de este latido, ya llegamos etiquetados y adoctrinados a «las creencias» hemisféricas dadas «según» la región donde nacemos.
Ya nos acostumbramos a navegar en una bola, que da círculos, entre otros círculos y entre otras bolas «vacías» y cargadas de otros alientos. Una cosa extraña dentro de extraños conceptos.
Y entonces, seguimos subsistiendo de acuerdo a «nuevas reglas» que hemos inventado dentro de «nuestra lógica» intentando dar «un orden» a lo que no tiene sentido, aunque «creamos» que si…
Desde este principio «anieblado», de donde ha surgido todo, te escribo con la misma ignorancia del neandertal, desde una cueva con aire acondicionado y acolchada cama. Todavía con las mismas preguntas e incrédulo de las mismas respuestas. ¡Salud!. Mínimo Principero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).