A Pleno Sol
No es una buena medida poner a los presos a votar. Puede ser que caiga dentro del ordenamiento electoral, pero no hay condiciones reales en el país para que los internos en los recintos penitenciarios ejerzan el derecho de elegir, sin ser elegidos.
Desde el marco jurídico puede ser que la prisión preventiva no elimine los derechos ciudadanos del encartado, mientras está en espera del juicio final. Se debe siempre tener en cuenta que hay una presunción de inocencia en todo caso.
Las condiciones infrahumanas que imperan en las cárceles, y el equilibrio de poder entre presos y presos y presos y autoridades, hace imposible que se pueda hacer un juicio acertado al momento de votar.
Era preferible que la decisión de que los presos voten en las elecciones se aplazara, hasta que se dé un saneamiento profundo del sistema carcelario dominicano. El derecho al voto puede ser alterado por la posición de fuerza de otro preso, o por las presiones de las autoridades.
Si en las cárceles no hay garantías de vida ni de los derechos humanos, es casi infantil pensar que se tendrá un libre albedrío para poder participar en las elecciones. Además es una minoría insignificante el voto de los preventivos que podrían ejercer en recintos seleccionados.
Técnicamente en las cárceles no hay radio ni televisión disponible, hay prohibiciones de celulares, computadoras y seguimiento de noticias por las redes. Eso es en el papel, en las prisiones el que tiene cuartos e influencias puede tener de todo.
Tengo dudas sobre quien tiene más peso, el accionar del probó o los reglamentos electorales. En las cárceles los memorándum institucionales son letra muerta y se impone el designio del más fuerte.
La Junta Central Electoral actuando en solitario no podrá garantizar un libérrimo derecho al voto de los presos, por lo que se deberá de auxiliar de la Procuraduría General de la República, de la Policía y de la Dirección Nacional de Prisiones.
Es confuso el panorama. Si en las calles se altera el derecho al voto por un pica-pollo, ya uno se puede imaginar cómo se maltratará la voluntad del ciudadano enclaustrado, en un medio que el trancado carece de una pastilla de jabón, pasta de dientes, y un lugar seco donde dormir.
Esperemos a ver que sale de este experimento, que sin importar el nombre de la cárcel, se ejecutará en el cementerio de hombres vivos que son los penales dominicanos. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).