Keegan Matheson/MLB.com
TORONTO — La mañana del primer juego de pretemporada de los Azulejos, el 22 de febrero en Dunedin, Florida, el dominicano Vladimir Guerrero Jr. fue el primer acto en las prácticas de bateo.
Mientras Bo Bichette, el mexicano Alejandro Kirk y otros bateadores del club canadiense entraban al terreno del TD Ballpark temprano esa mañana, Guerrero estaba detrás de la jaula preparando su bate con cada detalle, asegurándose de que tuviera el agarre correcto en el lugar correcto. Por medio del altavoz del estadio, sonaba el tema «One More Time» de Daft Punk.
Vladdy cantaba el coro de la canción. Bailó durante todo el siguiente verso, pasando de lado a lado en la jaula, moviendo la cabeza y las caderas hasta que llegó el siguiente coro. «¡One More Time!»
Sus compañeros sonrieron, los coaches tomaban su café y detrás de él, comenzaron los sonidos de cada golpe de las prácticas de bateo. Apenas cuatro días después del 18 de febrero — el plazo que había fijado para concluir las negociaciones de una extensión, que llegaron, pasaron y trajeron una nube de tormenta con ellas — Vladdy era la total fuerza alegre y vibrante que los fanáticos han llegado a querer, una que había existido fuera del drama. Sin embargo, esos días ya quedaron atrás. Los reflectores se han encendido. Los juegos ahora cuentan.
Ya sea que el próximo año se vea mejor, peor o simplemente diferente, se avecinan cambios sísmicos, especialmente si Toronto no logra encontrar una manera de ganar su primer partido de postemporada desde el 2016… y especialmente si no pueden encontrar una manera de convencer a Vladdy de que se quede y se convierta en el «jugador de legado» con el que sueña el presidente del equipo, Mark Shapiro.
Hay suficiente talento disponible aquí, pero estos últimos cinco años han sido una lección de que el talento sólo lleva a un equipo hasta cierto punto. Guerrero fue uno de los primeros en señalar esa idea, pero muchos de sus compañeros y coaches pronto lo siguieron: Se trata del clubhouse. Lo que se calificó como una debilidad en el 2024 — o al menos un obstáculo — es ahora un punto fuerte.
«Se siente mejor que el año pasado. Mucho, mucho mejor que el año pasado», declaró Guerrero. «Realizamos muchas reuniones, muchas cosas organizadas en la temporada muerta. Quiero ser un mejor comunicador aquí. Una de las cosas que he dicho es que quiero expresarme más. Si me necesitas, estaré ahí. En el pasado, no me gustaba, porque no me gustaba que alguien se burlara de mi inglés, pero ahora puedo hablar más inglés y me siento más cómodo hablando. Es mucho mejor. Puedo comunicarme con todos».
El mensaje de un clubhouse más fuerte viene de cada rincón del roster, incluyendo el abridor puertorriqueño José Berríos, quien elogió la reforzada relación entre los coaches y los jugadores después de insinuar que hubo «algunas cosas» el año pasado que se interpusieron entre la confianza de todos y la capacidad de disfrutar el juego. Eso, según todos los que han hablado de ello, ahora ha desaparecido.
«Es de bastante ayuda», reconoció Bichette. «Es una muy buena mezcla de personas que realmente disfrutan venir al terreno, pero también que disfrutan trabajar y disfrutan la competencia. Es una gran mezcla. Hay un poco más de madurez. Ha favorecido bastante a los nuevos».
El dirigente John Schneider califica esto como lo que «siempre deseas». Es el factor que no se puede medir sobre el terreno, pero es lo que con frecuencia separa a los equipos cuando todos tienen talento, todos invierten dinero y todos quieren ganar.
¿Importará de verdad esto, o los Azulejos se aferran a la esperanza después de años de hacer precisamente eso? La gente en el clubhouse afirma que es importante, que es lo único que cuenta en estos momentos.
Durante años, Guerrero representó la esperanza, la esperanza de pasar de esos equipos del 2015 al 2016 a una nueva era de tratar de conseguir títulos. Todavía representa eso en cierto sentido, pero la esperanza tiene una fecha de vencimiento. La semana pasada en Dunedin, Shapiro fue directo al decir que cree que Toronto conseguirá pactar una extensión con Guerrero, sea que suceda pronto o por medio de la agencia libre.
El gerente general Ross Atkins no se atrevería a navegar esas aguas tan profundas en la víspera de la temporada del 2025. Sin embargo, hay una presión increíble en esta campaña, cuyo peso se siente por todos los que visten un logo de los Azulejos en su pecho, ya sea en una camiseta, un polo o un abrigo.
«Sigo teniendo muchas esperanzas», declaró Atkins el miércoles. «Estaba hablando con [el venezolano] Tony [Santander] al entrar y le dije: [en español] ‘Yo tengo esperanza. Así es como me siento’».
¿Es ésta la última vez? La única opción que queda es disfrutarlo todo como podría serlo.
Keegan Matheson cubre a los Azulejos para MLB.com.
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