Por María Hernández
Entre las principales funciones de una legación diplomática en un país extranjero está brindar apoyo a sus nacionales que se encuentren de visita o como residentes.
Sin embargo, el clientelismo político al que estamos acostumbrados en República Dominicana, hace que nuestros cónsules y embajadores sean nombrados sin el debido conocimiento de las funciones a desarrollar, en especial cuando se trata de proteger a sus connacionales.
De aquí se desprende que, en forma jocosa, en los cursos que imparte la Escuela Diplomática y Consular del Ministerio de Relaciones Exteriores para los nuevos representantes que irán al extranjero, se enfatice diferenciar a los diplomáticos de carrera de aquellos formados «A la carrera».
No hay que tener mucho sentido común para determinar que los diplomáticos «A la carrera» son aquellos favorecidos por un decreto presidencial para ocupar las embajadas y consulados sin los estudios correspondientes en la materia.
Debido a esto, llueven las quejas y denuncias contra nuestros cónsules y embajadores, ya que desconocen que son representantes de un pedacito de Quisqueya en cualquier parte del mundo y hacen caso omiso a las emergencias que deben resolver a sus compatriotas.
Tal es el caso de la muerte de un familiar. Una situación seria, que nadie planifica y la cual hay que resolver rápido porque el hospital alega que no tiene capacidad para guardar cadáveres en su morgue y los deudos no tienen dinero para iniciar los trámites y trasladar el cadáver a su país.
La situación empeora cuando se quiere satisfacer la última voluntad del fallecido de «descansar en paz en su tierra».
Aquí es cuando se acude a la embajada o consulado que le representa, pero donde siempre alegan «No hay dinero para trasladar muerto».
Esa fue la respuesta de nuestro cónsul en California, Alfonso Rodríguez, cuando tocamos las puertas de su despacho por el fallecimiento de mi prima Victoria Hernández, a causa de cáncer de mamas.
Pero esto no es nuevo. En 10 años y 11 meses que estuve en la Cancillería, elaborando un resumen de noticias digital, nunca un cónsul ni embajador resolvió un problema de esta naturaleza, NO hasta que los familiares iban a la prensa a quejarse y demandar atención.
Y eso, que connotadas figuras ocuparon esas funciones y pese a los alardes de «gente buena «, ni siquiera recibían a los desesperados familiares del fallecido.
Sin embargo, esto parece haber cambiado en el MIREX, ya que gracias al canciller Roberto Álvarez, Jatzel Román, viceministro para Asuntos Consulares y Migratorios, así como el equipo del Departamento de Protección a Nacionales, ya Victoria descansa en paz, en un campo santo de Jarabacoa, tal como lo deseaba.
Por la eficiencia de María Celeste Peguero, Emily, María Basora y Belinda, en el Consulado de California, este caso fue resuelto sin tener que hacer ruido en la prensa. Enhorabuena.
ma2001ria@gmail.com
(La autora es periodista).
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