A Pleno Sol
Hay una brecha social que hay que cerrar a como dé lugar. Aumenta la miseria y crece la criminalidad. Parece que son conexiones inseparables. La sociedad la parió a las dos. El manto desesperado de la miseria ya está sepultando a la llamada clase media, mientras la criminalidad entra por la puerta trasera y la media noche a los barrios residenciales.
Uno de los efectos colaterales de la miseria y la exclusión es la criminalidad. No todo el pobre va a ser un ladrón callejero. Tampoco la totalidad de los excluidos van a esgrimir un cuchillo para exterminar pç en la búsqueda de conseguir un par de pesos.
Pero los efectos devastadores del estancamiento social que sepulta en la pobreza a miles de familia, llevará a unos a tomar el camino equivocado de la vida fácil: los atracos, las violaciones, el sicariato, el tráfico y consumo de drogas. Son parte de la podredumbre comunitaria, en una sociedad donde el máximo valor lo tiene el poder del peso.
En recientes datos ofrecidos por la Policía sobre los índices de la criminalidad, se verifica que en los sectores residenciales, donde se alojan las familias acomodadas, el delito callejero está presente. Sus calles son peligrosas, y la uniformada recomienda que se tomen estrictas medidas de prevención.
En ese mapeo del delito hecho por la Policía se revela algo que no digiere una parte de la ciudadanía: el delito callejero arropa a toda la ciudad, donde quiera hay peligro, y en los barrios marginados, esa violencia está en su mínima expresión. Una tesis es de qué los delincuentes salen de los barrios para ir a «trabajar» donde hay mejores evaluaciones económicas.
Hay un delincuente que nadie clasifica, y es el de cuello blanco. Engaña sin poner en peligro la integridad física de la persona. De saco y corbata y una sonrisa lleva a cualquiera los ahorros de una vida. Con buenos abogados regularmente evade la prisión, cambia de compañía, y sigue estafando.
Está también el delincuente partidista, que se mete a ser activista de un grupo político, llega a la administración pública, y comete el delito de robar los recursos del Estado. Todos sin importar su linaje deben ser llevados a juicio, a que se le pruebe culpabilidad o inocencia.
Pero en una simple ecuación debemos estar claro que donde aumenta la miseria, crece la delincuencia. Hay que dar un parto social que regule el desarrollo y que evite que haya tantos desesperados y muertos de hambre. Las sociedades avanzan en la integración y la abolición de acciones injustas y excluyentes. A borrar los vicios del sistema. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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