Siento que cada día damos pasos de reversa, como los cangrejos, y no logramos progresos significados en los programas sociales, proyectos de vida y otras iniciativas que nos proponemos desarrollar.
Estamos inmerso en una pronunciada escalada de retroceso de tipo moral y personal que están conduciendo a nuestra sociedad al colapso, a la desaparición. Sobrevivimos en una sociedad con un avanzado estado de descomposición donde la humanidad ha perdido el tono de la cortesía, el respeto a la paz, a las leyes.
Persiste el individualismo sobre la confraternidad y colectividad. El afán de obtener dinero express mediante acciones ilegales o fraudulentas, es la cultura que impera. La honestidad, la moral ciudadana, han pasado a un segundo plano para dar cabida a la corrupción.
Ejemplo, disponemos de un seguro médico contributivo, pero no nos cubre algunas de las denominadas enfermedades catastróficas. Existen médicos especialistas que nos la ponen difícil al aplicar copagos abusivos, a pesar de que tienen contratas para las consultas con las ARS.
Son vistos como depredadores desalmados, igual que muchos profesionales de otras ramas del saber, que no les importa un carajo la vida de los demás y se enriquecen a costa de los desesperados pacientes que acuden a los consultorios, como rehenes, en busca de una sanación que nunca lograrán.
Tenemos un serio problema de inequidad social. Persiste la Ley del Embudo: lo ancho para mí (el rico), la parte estrecha para tí (los pobres). Y siempre ha sido así.
Leí una reseña periodística, a propósito de celebrarse, el 6 de octubre de cada año, el Día Mundial de la Parálisis Cerebral, una fecha dedicada a crear conciencia sobre las necesidades de quienes la padecen.
Lo que ví me indignó. Según Mónika Despradel, presidenta de la Fundación Nido para Ángeles, los costos por terapeutas para asistir a los niños con esa patología oscilan entre 40,000 y 50,000 pesos mensuales, una suma que resulta difícil de asumir. Explica que cada año cientos de niños quedan en lista de espera para ingresar al programa de atención integral debido a la escasez de personal médico. Naturalmente, los infantes provenientes de familias pobres no tienen posibilidad de recibir esas terapias.
El asunto es tan grave que, conforme a esa reseña
(vea Diario Libre, 6/7/2024), en la República Dominicana, las instituciones que apoyan a personas con esas situaciones enfrentan desafíos significativos en su labor diaria, pues estas organizaciones se ven limitadas por la falta de recursos económicos y personal con formación especializada.
La parálisis cerebral es la condición que provoca que se limiten en gran medida el desarrollo de la capacidad de movimiento y la psicomotricidad. Estas causales son, por lo general, congénitas y suponen una alteración permanente que afecta procesos, como el aprendizaje.
Es decir, se trata de un proceso muy complejo que da inicio durante el desarrollo fetal y que se prolonga durante toda la vida, generando sufrimiento en la familia.
Necesitamos más atención para esos asuntos. No hay dudas, esta es una sociedad podrida que, al parecer, no tiene cura porque la generación que nos sustituirá viene configurada con el mismo código y malos hábitos de sus procreadores.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).